EPÍLOGO "FESTIVAL DE PRIMAVERA"

Start from the beginning
                                    

Se amaban.

—Quiero un hijo —había susurrado Gabriel mientras abrazaba a Carlos por la espalda y lo presionaba contra su pecho. Ambos se encontraban acostados en la cama, en su habitación, en aquella casa que ahora compartían, desde que se habían casado hacía apenas ocho meses. Carlos se removió de forma perezosa. Estaba a punto de entrar en un profundo sueño y apenas había alcanzado a escuchar el murmullo de la voz de Gabriel.

—¿Qué dijiste? —respondió con la voz adormilada. Las caricias en su espalda no estaban ayudando a que recuperara la conciencia.

—Dije que quiero un hijo. —Gabriel repitió fuerte y claro casi en su oreja y hubiese querido escucharse menos efusivo, pero no pudo. Así como Carlos no pudo tampoco controlar su reacción, aunque lo hubiese intentado. Levantó la cabeza tan inesperadamente, que terminó impactándola en la nariz de Gabriel. Se giró de inmediato al escuchar el grito ahogado de su esposo y lo distinguió en medio de la oscuridad, cubriéndose la cara con las manos, en medio de un gemido de dolor.

—¡¿Estás hablando en serio?! —Carlos casi le había gritado a Gabriel en la cara. Gabriel seguía quejándose por el golpe que acababa de recibir en el rostro.

—Estoy sangrando Carlos —se quejó Gabriel, con la voz amortiguada por las manos en su cara.

—Te hice una pregunta, Gabriel. —Carlos no parecía estar muy preocupado.

—¡Me sangra la nariz!

—¡Vamos a ser padres!

Probablemente aquella no había sido una forma seria de decidir acerca de su futuro como padres; como una familia. Ni siquiera lo habían hablado con calma. ¿Para qué? Era algo que ambos querían, incluso sin haberlo mencionado antes. Solo había hecho falta que ambos vieran a la pequeña Evangelina, hija de Santiago y de Lino, para que se dieran cuenta de que querían esa clase de felicidad también.

Ahora, a tres años de su matrimonio, no solamente tenían a Liliana de cuatro años, también había llegado a sus vidas Matías, de tan solo dos. Y aquella casa silenciosa y en calma, se había convertido en un hogar bullicioso, lleno de gritos y risas infantiles. Lleno de pequeñas pisadas resonando por toda la casa, purpurina en los sillones y crayón en las paredes.

Eran felices.

Todo marchaba de maravilla, a excepción de los momentos en los que Gabriel hacía alarde, sin querer, de su naturaleza despistada y olvidadiza. Cuando no olvidaba recoger a Liliana del jardín de niños, olvidaba que Matías se volvía un torbellino si le daban cosas azucaradas después de las seis de la tarde. Ambos padres se veían con frecuencia corriendo detrás de sus dos pequeños hijos, intentando hacerlos ir a la bañera o tratando de ponerles los pijamas. No era sencillo ser padres. No era sencillo saber que tenían una responsabilidad así de grade, pero era una nueva etapa que estaban disfrutando a más no poder.

Haber olvidado que su pequeña Liliana participaría en su primer festival de primavera y que él debía comprar el disfraz de flor, no estaba siendo nada divertido para Gabriel. ¿Cuándo se había convertido él en el padre irresponsable y Carlos en el responsable? No lo sabía. Lo que sí sabía era que se le venía encima un muy merecido regaño. Ya podía imaginarse a su Carlos bufando de molestia.

La puerta de aquella cocina se abrió nuevamente y Carlos apareció con Matías dormido en sus brazos y con Liliana colgando de una de sus piernas. Se veía cansado, pero la sonrisa en su rostro era casi imborrable. Casi. Miró a Gabriel arqueando una ceja y este le sonrió con nerviosismo. No hizo falta nada más que eso.

—¡Olvidaste comprar el disfraz! —El grito de Carlos resonó quizá hasta afuera de aquella cocina. No había sido una pregunta, claro que no, había sido una afirmación con todas sus letras. ¿Cómo podía haber olvidado algo tan importante para su pequeña Lili? La niña solo hablaba de eso desde hacía un par de semanas. Era el primer festival de primavera en el que participaría. Su pequeña tendría que ir vestida de la más hermosa y delicada flor encima del mas colorido carro alegórico. ¡No podía haberlo olvidado!

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now