CAPÍTULO 15 "LOCO, LLENO DE TI, ENAMORADO"

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"Trato de escribir en la oscuridad tu nombre, trato de escribir que te amo, trato de decir a oscuras todo esto, no quiero que nadie se entere. Que nadie me mire a las tres de la mañana, paseando de un lado a otro de la estancia... loco, lleno de ti, enamorado, iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente y estoy seguro... que habrá de amanecer"

¿Qué se suponía que Carlos estaba haciendo despierto a las tres de la mañana? Y peor aún, ¿qué era lo que hacía leyendo una cosa tan malditamente cursi como esa? Dejó el libro que seguramente era de su abuela, en el cajón del que lo había sacado y sacudió la cabeza para despejar su mente, no le gustaba para nada la forma en la que se estaba sintiendo.

Gabriel se había dormido desde hacía unas dos horas y Carlos se había dormido también. Pero había despertado una media hora después, completamente sobresaltado, buscándolo a tientas en su lado de la cama. Ahí estaba... con él. Había tenido mucha suerte de que Gabriel no despertara y lo hubiese visto así, respirando de forma irregular, con el corazón desbocado y la expresión de angustia. Se había dedicado a mirarlo dormir por un buen rato, había palpado incluso sus brazos, su rostro, queriendo asegurarse en medio de su desesperación, que de verdad él estaba ahí.

Carlos había tenido un sueño horrible, de esos que parecen no tener ni pies ni cabeza, pero que lo había dejado con una fea sensación que parecía no querer irse. No recordaba exactamente qué era lo que sucedía en el sueño, o qué era exactamente lo que Gabriel le decía, lo único que sabía era que de pronto simplemente se había ido. Lo abandonaba y Carlos se quedaba con un vacío enorme en el pecho. Había sido solo un sueño, pero se había sentido demasiado real como para desecharlo tan rápido. Odiaba sentirse así, odiaba sentirse vulnerable, odiaba el hecho de saber que con dos simples palabras le había dado a alguien más, el poder de romperlo.

"Te amo" le había susurrado antes de levantarse, para terminar sentado en el pequeño sofá a un costado de la cama en el que se encontraba en ese momento. ¿Por qué a Gabriel se le veía tan tranquilo? ¿Por qué Carlos tenía tanto miedo? No lograba recordar haberle dicho "te amo" a nadie más, antes de él, ni siquiera a Cristian, a quien se supone había querido tanto. El cariño que le había tenido a Cristian no era siquiera la décima parte de lo que estaba sintiendo actualmente, no era comparable. ¿Por qué seguía sintiendo que aquello no iba a durar?

Se levantó del pequeño sofá y dio un par de vueltas por la habitación. No sabía qué era lo que le pasaba, pero la intranquilidad lo estaba llenando como algo que subía por su cuerpo y se acumulaba en su pecho, impidiéndole respirar con normalidad. Entró al baño y mojó su rostro para después mirar su reflejo, tenía enormes ojeras. Carlos nunca había sido un chico inseguro, un chico dependiente que necesitara de alguien más para ser feliz. En ese momento sabía que, con una sola mirada, Gabriel podía hacer desaparecer su desasosiego.

Se acercó a la cama, se sentó a un lado y lo miró.

—¿Qué fue lo que me hiciste? —murmuró casi con vergüenza, mirando como el pecho de su novio subía y bajaba en una respiración tranquila. Apartó su mirada dándole la espalda.

Las cosas habían ido de una forma tan extraña, que todo le parecía irreal. ¿De verdad era posible cambiar a una persona como Gabriel? ¿De verdad Carlos había podido vencer todos los prejuicios que el otro chico tenía? ¿De verdad Gabriel no iba a arrepentirse? Se reprendió a si mismo por la tontería de sus palabras. ¡Era ridículo! ¿Desde cuándo se había vuelto tan miedoso? ¿Desde cuándo había dejado que alguien le afectara tanto?

—¿Qué pasa? —La voz adormilada de Gabriel lo hizo volver a la tierra, era adorable y probablemente podría acostumbrarse a escucharlo así todos los días. Aun sin voltear, podía distinguir que estaba preocupado, se le notaba en la voz—. ¿Qué es lo que tienes, Carlos? ¿Estás bien? —preguntó nuevamente. ¿Bien? Bien no era precisamente la palabra que definiría como Carlos se sentía en ese momento.

MACHOS ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora