CAPÍTULO 12 "ENTREGARSE PARA SER LIBRE"

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La noche estaba pasando más lenta de lo que cualquiera de los dos hubiese imaginado. Cada uno estaba tumbado a un lado de aquella enorme y chirriante cama, con expresión inquieta y sin tener realmente intenciones de moverse. Cada movimiento provocaba un nuevo rechinido y con eso, una nueva carcajada que ambos intentaban retener tapando sus bocas con la mano. Aquello era... fantástico.

Parecían haber regresado a la niñez, con esa inocencia de reír por cualquier cosa y sentir en todo instante, que tus padres llegarán a reprenderte por tu mal comportamiento a las tres de la mañana. No hubieran imaginado que en algún momento se encontrarían en una situación como esa. Nunca. Ni en un millón de años. Habían pasado de la intensidad del sexo y de ser adultos, a la ansiedad inocente y bonita de ser adolescentes, de sentir esas cursis mariposas revoloteando en sus estómagos.

Se acercaron poco a poco, en medio de risas ahogadas y un par de maldiciones por parte de Carlos, hacia aquella cama ruidosa. Por fin quedaron de frente el uno del otro. La enorme ventana de aquella habitación, dejaba entrar un poco de la brisa fresca de madrugada, que topaba en sus rostros, además de los luminosos rayos de luna. Cada uno podía percibir las facciones de la cara de su acompañante entre sombras. El momento era mágico, era cursi y diferente a cualquier cosa que hubiesen vivido antes. Era una sensación completamente desconocida, pero a su vez absolutamente placentera.

—¿No tienes sueño? —Por fin fue Carlos quien se atrevió a hablar. A romper aquel armonioso silencio, con la voz bajita, esperando que solo Gabriel pudiera escucharlo.

—Sí tengo. Solo un poco, ¿y tú? —Hubo un largo silencio antes de que Carlos nuevamente respondiera... aunque no lo que le habían preguntado.

—Lo lamento... es decir... por haberte traído aquí, por hacer que te aburras en un pueblo sin gracia y por obligarte a dormir en esta incomoda cama. De verdad yo entendería si prefieres irte. Te podría dar dinero para el tren si decides irte maña...

En un rápido movimiento que Carlos ni siquiera advirtió, una de las manos de Gabriel ya estaba posada en su rostro, acunando su mejilla con delicadeza. Sus ojos mirándolo fijamente. Aquello lo hizo callar de golpe.

—¿Tú realmente quieres que me vaya? —La expresión de Carlos cambió inmediatamente al escuchar las palabras de ese chico frente a él, que lo miraba con expresión casi de súplica. Se sintió estúpido. ¿Qué era lo que estaba haciendo? Lo invitaba y luego le ofrecía dinero para que se fuera. Tendría que recibir un premio al más idiota.

—No quiero —respondió con seguridad—, es solo que...

—Nada, Carlos. Deja de decir tonterías, ¿bien? Tú no quieres que me vaya y yo no quiero irme. Estoy cómodo aquí, incluso con la ruidosa cama de tu abuela. —Ambos dejaron escapar risas bajitas, que se perdían en la cercanía de sus cuerpos—. Solo duerme, ¿sí? Tienes mucho que mostrarme mañana.

Gabriel soltó por fin el rostro de Carlos. Quería disfrutar de esas vacaciones y para eso necesitaba dormir. Estaba cansado de las horas de viaje.

Estaba a punto de darse la vuelta y acomodarse para dejarse llevar por el sueño, cuando sintió un fuerte tirón y los labios de Carlos estampándose en los suyos de forma sorpresiva. No había sido un beso intenso o con ganas de llegar a más. Había sido un simple choque de labios, con muchísimo cariño y cierto toque de inocencia.

—Buenas noches, Gabriel. —Carlos no dijo nada más. Fue él quien se dio la vuelta dispuesto a dormir, mientras dejaba a Gabriel intentando reaccionar y con una enorme sonrisa en el rostro.

✬✬✬✬✬

A la mañana siguiente la abuela de Carlos tocó a la puerta con insistencia, para después gritar de forma enérgica que el desayuno estaba listo. Pero no fueron los fuertes golpes ni su voz, lo que despertó a Gabriel. Un fuerte peso estaba encima de su estómago haciéndolo sentir incomodidad. Abrió los ojos y parpadeó varias veces para lograr enfocar, hasta que pudo ver a Carlos roncando plácidamente, durmiendo en la posición más extraña que hubiese visto en la vida.

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now