CAPÍTULO 12 "ENTREGARSE PARA SER LIBRE"

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Una de sus largas piernas estaba encima del estómago de Gabriel, mientras que su torso estaba girado en un ángulo extraño. Uno de sus brazos casi encima de su rostro y el otro colgando por fuera de la cama. ¿Qué persona normal dormía de esa incomoda manera sin sufrir una lesión lumbar? Al menos se podía dar cuenta que el chico era flexible, eso podría ser bastante bien utilizado después. Gabriel sacudió la cabeza inmediatamente intentando despejar su mente. Se reprendió mentalmente por tener esos sucios pensamientos.

Carlos se veía completamente adorable y cómodo, aun en esa extraña posición. Tanto así, que era imposible no aprovechar eso. Se acercó lentamente a su rostro, con cuidado de no mover siquiera la pierna que tenía encima de él. Lo tenía a centímetros de distancia y se debatía entre despertarlo con un beso o...

—¡Despierta! —El fuerte grito casi en la oreja de Carlos, lo hizo saltar en su lugar. Intentó moverse tan rápido como le fue posible. Quiso incorporarse tan de prisa, que terminó enredando las mantas en sus piernas. Acabó cayendo al piso por el borde de la cama.

Gabriel no pudo evitar una fuerte carcajada.

—Mierda. —Carlos se sentó en el piso, todavía algo desorientado por el golpe y porque aún se encontraba medio dormido. Se sobó el hombro y observó las mantas enredadas en sus pies. Tenía el cabello desordenado apuntando en todas direcciones y la camiseta arremangada hasta medio torso. Volteo a ver a Gabriel, quien se encontraba sentado aún en la cama, inclinado hacia adelante, con su mano en el estómago y tosiendo a causa de la risa. Detalle aparte, estaba sin camiseta. ¿En qué momento se la había quitado? Apartó la mirada—. ¡Pero serás hijo de puta!

Ni siquiera se detuvo a pensarlo dos veces, se quitó las enredadas mantas a jalones y se levantó del piso, lanzándose encima de Gabriel, atacándolo con cosquillas y almohadazos. Ni siquiera reparaban en los rechinidos de la cama.

—Guille. Dice mi abuela que vayas a... desayunar.

La chica que los miraba a ambos desde la puerta, se había quedado poco menos que con la boca abierta y sin poder continuar hablando. Un chico desconocido y medio desnudo, se encontraba tumbado encima de su primo Guillermo y estaba haciéndole cosquillas como si se tratara de un juego de niños.

Las carcajadas cesaron y ambos se incorporaron rápidamente en sus lugares. Gabriel había salido de encima de Carlos casi por inercia al escuchar la voz desconocida. Terminó de pie a un lado de la cama, con rostro avergonzado.

—Carlos, Carmen. Me llamo Carlos y ¿no te enseñaron a llamar a la puerta?

Carlos y Carmen nunca habían sido primos muy cercanos. Para él, la chica era odiosa por naturaleza y manipuladora como la mejor. Discutían constantemente y su presencia era de las pocas cosas desagradables de visitar la casa de sus abuelos. Era creída, arrogante y criticona. Definitivamente prefería mantenerse alejado de ella.

—También te llamas Guillermo y puedo decirte como yo quiera. No sabía que estabas tan bien acompañado, por cierto.

Carlos sintió que los músculos se le tensaban. Apretó los puños sin siquiera darse cuenta. Su descarada prima estaba ahí, recorriendo a Gabriel con la mirada.

—Toma. —Gabriel reaccionó cuando sintió que algo se estrellaba casi en su cara. Su camiseta. Carlos se la había aventado de bastante mala gana y lo miraba con una cara de molestia que no podía disimular. Su rostro había cambiado drásticamente y aquel buen humor mientras jugaban como niños, se había transformado en una mueca de fastidio que no le gustaba para nada. Era preferible no tentar a la suerte. Se apresuró a ponerse la camiseta.

—¿No vas a presentarme a tu... amigo? —La sonrisa odiosa de Carmen y el pequeño paso que la chica dio hacia adelante, adentrándose aún más en la habitación, fueron suficientes para que Carlos saltara de la cama como un resorte prácticamente interponiéndose entre su prima y Gabriel.

MACHOS ALFAOn viuen les histories. Descobreix ara