CAPÍTULO 10 "CAYENDO SIN RED"

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Carlos hubiese querido evitar aquel grito. No imaginó que su voz saldría con tanta fuerza. Todo se le estaba yendo de las manos y ni siquiera era capaz de ocultar hasta qué nivel lo estaba afectando.

—¿Mentiroso? ¿Y qué sabes tú lo que siento yo? ¡No me conoces!

Y con esas sencillas palabras Gabriel acababa de decirlo todo. Desde el principio las cosas no habían ido bien entre ellos dos. Todo se había dado muy rápido y de la forma incorrecta. Ahora ambos se encontraban necesitando de forma desesperada a alguien a quien en realidad no conocían. ¿Se estaban equivocando? Probablemente sí, y si eso sucedía, las cosas iban a salir bastante mal para los dos.

Carlos se dio la vuelta y avanzó unos cuantos pasos antes de frenarse. Habló sin siquiera dirigirle una última mirada a Gabriel, porque si debía ser sincero, tendría que decir que no estaba seguro de poder mantener sus decisiones.

Carlos estaba a punto de quebrarse.

—Tienes mucha razón, ¿sabes? No te conozco y tú tampoco me conoces a mí... y así no es como las cosas funcionan.

✬✬✬✬✬

Un par de días después de la fiesta de cumpleaños de Santiago, Gabriel se encontraba tumbado en su cama, con la mirada puesta en el techo y pensando en qué sería lo que haría en la semana de vacaciones que tendrían luego de los exámenes. Se removió hasta girar su cuerpo y hundió el rostro en la almohada. Si cerraba los ojos, casi podía visualizar como una película, el momento en el que había dejado que Carlos se fuera sin decirle nada. No había hecho siquiera un intento por detenerlo, porque quizá ni siquiera valía la pena. Probablemente él había actuado de forma inteligente al irse.

Un par de golpecitos en la puerta lo hicieron girar. Se levantó vacilante, prácticamente arrastrando los pies.

—¡Hola! —Santiago se plantó frente a él, con una sonrisa resplandeciente y Gabriel solo pudo hacer una mueca porque su humor estaba tan amargo últimamente, que la alegría de los demás casi le causaba urticaria—. ¿Amaneciste de buen humor? —Santiago preguntó con ironía. Creyó escuchar a su amigo gruñir.

—Y tú últimamente pareces bastante feliz. ¿Dónde están tus putas llaves?

—Agradecería que dulcificaras el tono de tu voz, porque yo no tengo la culpa de tu jodida amargura y mis llaves las olvidé en casa de Lino.

Gabriel frunció el ceño con expresión fastidiada, giró sobre sus talones y avanzó hasta su cama. Se dejó caer como un pesado bulto. Tomó una de sus almohadas y la puso en su cara.

—Deberías quedarte a vivir en su casa. Pasas más tiempo allá que en tu propio dormitorio. —Gabriel asomó los ojos por detrás de aquella almohada.

—Y tú deberías quitar esa expresión de haber olido mierda, porque me estás cansando. —¿Cansando? Los ojos se Gabriel se abrieron, fingiendo escandalizarse. Era obvio que Santiago solo quería molestarlo. Sin embargo, la almohada que cubría el rostro de Gabriel, terminó impactándose con bastante buena puntería, en la frente de su compañero de habitación.

Santiago tardó unos cuantos segundos en procesar la agresión. Sus gafas habían terminado estrellándose en el piso.

—Me golpeaste.

—No hombre, si fue solo un cariñito.

—¡Y rompiste mis putas gafas!

—Ya necesitabas unas nuevas.

—¡Serás hijo de puta!

Lo siguiente fue un Santiago violento y poseído por algún demonio desconocido, o al menos eso le pareció a Gabriel, lanzándose encima de él.

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now