CAPÍTULO 8 "UN GIRO INESPERADO EN LA DIRECCIÓN CORRECTA"

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No una, no dos, no tres. Montones de marcas rojas y algunas a punto de volverse moradas, pintaban su cuerpo. Rasguños, chupetones y vaya Dios a saber qué cosas más, adornaban su piel como una verdadera pintura surrealista. ¿Cómo era posible que no se hubiese dado cuenta? Incluso en lugares visibles del brazo derecho tenía un par de rasguños. Quería que la tierra lo tragara.

—No... esto no es... —Pudo darse cuenta como su voz salía temblorosa y se abofeteó mentalmente un par de veces o más, intentando calmar sus nervios y su vergüenza. La sonrisa amplia y burlona en el rostro de Santiago, no se borraría en un buen rato.

—¡Joder! No creí que Carlos fuera un maldito salvaje. —Por lo visto Santiago no era de los que se quedaban callados. Cuando tenía algo que decir, no le importaba soltarlo tal cual. Gabriel casi se había atragantado al escuchar aquello.

Gabriel quería hablar. Quería decir que él y Carlos no tenían nada que ver. Quería defenderse, aunque tuviese que mentir para hacerlo. Las palabras, sin embargo, se negaban a salir.

—No te preocupes. Yo no voy a decir nada.

Santiago le dio una sonrisa cómplice.

Gabriel sentía que no iba a poder mirarlo a los ojos nunca más.

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Iban a ser ya las seis de la mañana y Carlos aún continuaba girando en la cama, intentando conciliar el sueño. Cosa que le estaba resultando completamente imposible tomando en cuenta que con cada movimiento que hacía, todos los músculos de su cuerpo se tensaban. No recordaba haber estado tan adolorido en mucho tiempo.

Ni en un millón de años hubiese imaginado que aquello realmente iba a pasar, porque para que negarlo, había fantaseado con Gabriel más veces de las que podía admitir sin sentir vergüenza. La realidad, sin embargo, había sido un millón de veces mejor.

Le molestaba haber perdido su autocontrol tan fácilmente. No se había resistido ni siquiera un poco. ¿Cómo hubiese podido hacerlo? Deseaba poder borrar de su mente todo lo que había sucedido entre él y Gabriel, tan solo unas horas atrás. Sabía que no los iba a llevar a nada bueno. Pero incluso si una pequeña parte de él se arrepentía, otra parte, la testaruda y que no entendía de razones, deseaba poder recordarlo siempre.

Todo se había sentido tan malditamente bien que lo asustaba, porque no se veía capaz de encontrar a alguien que superara lo que Gabriel lo había hecho sentir. Y eso era para preocuparse.

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Ya había pasado una semana desde aquel acalorado encuentro en las duchas, por describirlo de alguna manera. Desde entonces no se habían visto ni la sombra. Ambos se habían dedicado por completo a sus entrenamientos. Gabriel por su parte trataba de acallar sus pensamientos exigiéndose más de lo que podía dar, en la pista de atletismo o en el gimnasio. Corría tanto hasta quedar completamente sin aliento, hasta que sus músculos ardían, hasta que sentía que iba a desmayarse por el cansancio. La situación ya estaba preocupando a Santiago. Gabriel llegaba a diario al dormitorio con cara de no poder más. Se metía en la cama y no despertaba hasta pasada la media noche. Y salía de nuevo, en medio de la oscuridad y regresaba por la mañana, después de haber estado en quién sabe dónde.

Aquello ya no era saludable.

Carlos por su parte continuaba saliendo con René. Después de aquella discusión en esa fiesta en la cual ambos se habían comportado muy mal, las cosas se habían arreglado. René parecía advertir que algo sucedía, que había alguien más ocupando los pensamientos de Carlos. Estaba dispuesto a estar muy listo para quitar de su camino a cualquier persona que intentara ponerse en medio.

MACHOS ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora