CAPÍTULO 7 "AMENAZAS Y PROMESAS"

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—¿Esforzarme? —Gabriel dejó escapar una sonrisa burlona—. No creo que puedas imaginar lo que soy capaz de hacerte. No pienso detenerme hasta que no puedas siquiera respirar.

—¿Esa es una amenaza, Gabriel?

—Es una promesa, Carlos.

"Es una promesa"

¿De dónde había sacado tanta seguridad? Al escuchar las palabras de ese chico desnudo frente a él, asegurando que esa sería la primera y única vez que aquello sucedería, algo se agitó dentro de su pecho. Tuvo que responder de esa forma soberbia. ¿Realmente Gabriel esperaba que aquello se repitiera?

Si no se iba a volver a repetir, lograría que Carlos nunca lo olvidara.

Una pequeña parte de él le estaba gritando que era la peor estupidez que iba a poder cometer. Aquello iba a hacerlo caer. Y algo le decía que el golpe sería muy doloroso, sobre todo porque no estaba preparado para asumir las consecuencias de sus actos.

Después de tanta confusión, de tanta incertidumbre, de tantas noches de sentir asco por sí mismo, Gabriel había decidido dejarse arrastrar por ese momento. Por la curiosidad. Por la tentación que ese chico le provocaba.

Quizá se estaba equivocando... Pero quizá no.

Su vida regresaría a la normalidad y aquello pronto sería un vago recuerdo. Esperaba que la experiencia completa fuera tan decepcionante, que no le quedarían ganas de ver a Carlos ni siquiera de lejos.

Todo acabaría. Pronto acabaría. Como cuando probabas una comida que se te antojaba muchísimo y descubrías que era tan mala que ya no deseabas probarla más.

Estaba deseando que algo así sucediera.

Mientras tanto, esa noche... esa única noche, Gabriel se dejaría llevar. Dejaría que ese mar tempestuoso lo arrastrara.

—¿Así que no vas a detenerte hasta que no pueda respirar? —La sonrisa burlona de Carlos, luego de decir aquello, muy probablemente hubiese molestado a Gabriel. Pero no en este momento. En este momento, cada mirada, cada palabra, cada sonrisa, se convertían en una provocación.

Gabriel podía ver la altanería de Carlos, en cada uno de sus gestos. Y extrañamente había sido eso lo que en un principio había llamado tanto su atención. Aquella era una lucha de dominios.

Quizá era irónico que Gabriel continuara con esa actitud de macho, cuando estaba a punto de follarse a otro hombre, pero en realidad eso era lo que más lo encendía. No sentía la necesidad de ser sutil, cariñoso, tierno. Sería solo sexo. Solo placer. Dos cuerpos experimentando.

No había sentimientos de por medio. No había cariño. No había restricciones. Nadie demandaría su atención después de aquello. Nadie pediría cariños o mimos. Nadie estaría esperando algo más. Eso era precisamente lo que él quería.

Gabriel pasó lentamente su mano por un costado de Carlos, acariciando la piel desnuda y mojada de sus costillas. Lo deseaba tanto, que Carlos tuvo al menos tres orgasmos mentales con únicamente aquella caricia. No podía imaginar cómo iba a terminar después de eso.

—Me gusta. —Por la cercanía, el susurro de había llegado directamente a su oreja. Prácticamente lo había acariciado con su aliento. Carlos bajo la mirada. Gabriel estaba pasando las yemas de sus dedos por la zona donde estaba su rosa de los vientos—. Los tatuajes hacen que parezcas más cabrón, ¿sabías?

Ambos sonrieron.

—Entonces te gusta que sea cabrón. —Aquella ni siquiera había sido una pregunta. Carlos clavó sus dientes en la clavícula de Gabriel, por encima de la tela de aquella camisa que ya estaba completamente mojada. Obtuvo un largo jadeo como respuesta.

MACHOS ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora