una caja cuadrada

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Pasó la toalla por su húmedo cabello que chorreaba por su espalda. Acababa salir de la ducha. Por lo general, debido a la intensidad de su trabajo solía ducharse una o dos veces por semana. Pero esa noche sabía que no podía saltarse el baño. Necesitaba estar lo más limpia posible. Vaciló un poco mirando la puerta, quizás debía volver y frotarse la piel con más fuerza.

Abrió su armario buscando ropa. Con el paso de los años, había decidido abandonar la vieja malla que utilizaba por un cómodo sujetador deportivo, siendo sustituido por una camiseta ajustada.

Asimismo, decidió también prescindir de esa ropa interior opresiva cuando no estuviese de guardia. Por consejo de Petra había comenzado a usar un sujetador que elevaba su busto y lo realzaba. Su ropa no era excesivamente femenina, pero aquella pequeña pieza de tela le daba un aspecto más sensual.

El único que tenía, no demasiado provocativo, pero era lo más bonito que tenía. Lo colocó sobre su busto y busco la pieza inferior que ponerse.

-Necesito renovar mi ropa interior – suspiró con resignación.

Continúo su afanosa búsqueda en el ropero. Más y más prendas que volaban por la habitación. Ninguna era lo suficientemente adecuada. No tenía faldas ni nada que pudiese considerarse sexy o provocativo. Al final optó por unos shorts ajustados y una holgada camisa de tirantes. Parecido a la ropa que solía llevar cuando entrenaba.

"¿Qué más da?, se supone que no debería durar mucho con la ropa puesta".

Se acercó al espejo donde se solía mirar a menudo y se quitó las gafas. A pesar de no poder enfocar bien, podía distinguir una silueta. Una mujer le miraba al otro lado del espejo. Con grandes ojos avellana y una figura no demasiado femenina.

Se sentó en su cama y esperó pacientemente.

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Horas antes...La decisión...La espera...La respuesta final...

-¿¡Acaso sabes lo que estás diciendo!?- repuso enfadado golpeando fuertemente la mesa con sus manos - No es algo que se decida a la ligera.

-¿Te crees que no lo se? Llevo mucho tiempo pensando en eso. Preparándome mentalmente para ello - mordió su labio con furia - Ya no soy una niña. No me trates como me trata Erwin. No me voy a romper. Tengo derecho a tener mis propios deseos.

Se volvió a sentar en su mesa pensativo y con ambas manos sobre su cabeza. Contempló la horda de trabajo que aún tenía que acabar. Aquel mundo era demasiado estresante. Odiaba aquel estrés continuo sin poder centrarse en otras tareas. Sin poder pensar en ese tipo de cosas.

-¿Por qué quieres hacerlo? - renunció al fin.

-Vivo en un mundo demasiado peligroso. No se en que momento puedo caer vencida. Ese miedo me invade cada día y cada noche. No quiero tener arrepentimientos cuando muera. No quiero arrepentirme...- meditó unos segundos - ...de no haber experimentado todas las sensaciones de esta vida. Soy una científica después de todo, mi trabajo consiste en probar todo lo que pueda.

Su mirada se posó en el suelo y respiró profundamente. Él hombre la miraba con resignación. Respirando con fuerza y luchando por tranquilizarse. Quizás si había hablado a la ligera, y en el momento menos adecuado, pero no podía volver atrás. La elección estaba hecha.

-Hanji - pronunció casi en un susurro -¿Sabes lo que eso supone?

Ella asintió. Hasta ahora habían trascendido ligeramente las normas. Aún si les destapaban como pareja no podrían darles más que un sutil escarmiento. Las relaciones sexuales eran un tabú mucho mayor. En ocasiones penados con la expulsión del cuerpo de élite.

La vida de un soldado.Onde histórias criam vida. Descubra agora