recuerdos

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Tenía 11 años cuando aquello ocurrió. El gobierno decidió elegir a una serie de familias al azar para ayudar en una extraña expedición. No era el único que pasaba por aquellos difíciles momentos. Otros niños de su edad pasaban por la misma penuria que él.

Aquello parecía un campo de reclusión. La comida era escasa, no podían ir a ningún lado, ni tan siquiera podían alejarse de la base. ¿Qué clase de experimento estaban haciendo con ellos?

- El gobierno apesta - pensaba para sí mismo.

Sus semi-viviendas se disponían en línea unas junto a otras. Pequeñas tiendas de lona y ladrillo construidas precariamente. La disposición parecía similar a las de las fichas de dominó, perfectas para caer en cuanto cayese la primera. Sin duda, parecía un plan estratégico montado por alguna razón en especial. Y desconocida para él.

Aquel día, igual que todos el resto desde que estaba allí, caminaba junto a aquella mujer que había llegado a considerar como su madre, una viuda que había decidido acojerle en su seno en un momento fatídico. Y tras algún tiempo de convivencia se había visto forzada a participar en aquella misión. Él no tendría porqué haberla acompañado, pero para aquel joven muchacho, aquella anciana mujer era todo lo que podía conservar de su pasado.

Anduvieron en silencio observando la extensa llanura que se abría ante ellos. Su auténtica familia era algo en lo que prefería no pensar. Levemente recordaba el rostro de su padre, y ya había huído de casa una vez para no volver a enfrentarse a aquel psicótico hombre.

En el fondo le alegraba que no estuviese con él allí viviendo aquella tortura. Probablemente a él le placería. Parecía un juego destinado a observar quién aguantaría mejor la inanición. Con esa edad ya había visto varios cadáveres descomponiéndose a pocas hectáreas de su zona asignada. Ni siquiera se habían molestado en ocultar sus muertes.

Entonces lo vio, cerca de la zona de almacenaje se produjo una pelea entre dos hombres ebrios.

Uno de ellos golpeó al otro y lo estampó contra una de las bolsas de pólvora, provocando que se rajase. El otro rompió una botella contra el suelo amenazadoramente.

Los ojos grisáceos del muchacho se posaron en los restos de vidrio rotos que había dejado en el suelo. El brillo se distinguía desde lejos mientras el sol jugueteaba con el trozo de cristal. Era mediodía cuando se originó la primera llama.

- ¡Tenemos que salir de aquí!¡La pólvora! - su determinación crecía por momentos.

- Agua... necesitamos agua...

La mujer de cabello oscuro salió corriendo hacia un pozo cercano. Introduzco un balde de agua en él y salió despavorida hacia el incendio.

El niño le miraba desde lejos observando su actuación heroica. Sin duda aquella mujer salvaría el día. Ágil, de pensamiento rápido. Sagaz. ¿Cuántos años había pasado a su lado? Menos de los que hubiera deseado. Tal vez aquella persona con la que no compartía lazos de sangre fuese su última posibilidad de encontrar una familia. No como aquella que había decidido esquivar, una de verdad.

Una sonrisa se esbozó en su rostro cuando sucedió la primera explosión. Su última sonrisa.

Gotas rojizas mancharon su rostro. Un brazo cayó a su lado. En su dedo anular pudo percibir un horrible destello dorado. Reconocería esa alianza de boda en cualquier lado. Ligeramente laminada y con unas inscripciones talladas a mano que había visto cientos de veces.

Comenzó a chillar de espanto cuando de repente otra explosión le impulsó hacia atrás, haciéndole perder el conocimiento. Su cuerpo chocó contra el suelo propinándole un estado de confusión. Un extraño siseo a su alrededor mantenía aún su mente consciente. ¿Acaso era aquello un regreso a su vida anterior?

La vida de un soldado.Where stories live. Discover now