primer encuentro

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No podía tener un aspecto más ridículo, pensaba la mujer mientras observaba al pequeño hombre. Ante sus ojos se encontraba un hombre con un corte de pelo recto y abierto hacia un lado, parte del peinado más corto que el resto, con la nuca rapada. Su cabeza se le antojaba algo similar a una seta. Y se incrementaba debido a su escasa estratura.

Luego estaba su vestimenta. En la milicia lo único que podías variar según tu comodidad era la prenda que llevabas bajo la chaqueta. Hanji vestía una camisa amarillenta y desgastada, el llevar algo bonito no le importaba demasiado, la comodidad era lo primordial para ella.

Su superior, Erwin, llevaba una camisa blanca de lino algo holgada ... Pero, aquel chico... vestía una camisa de un blanco tan notable que prácticamente deslumbraba y por si fuera poco de su cuello colgaba un pañuelo perfectamente anudado.

¿Pretendía dar una imagen aristocrática? Le parecía absurda su vestimenta dado su historial. Seguro que sería increíblemente gracioso ver a ese hombre, tan "elegante" partirle la cara a alguien con la rodilla.

Reprimió una risa y se fijo en su rostro. Tenía unos penetrantes ojos grises, prácticamente parecía no parpadear. Quizás fuera esa mirada lo que le había hecho tener tantos enemigos. Y por extraño que pareciera, más que miedo, sentía curiosidad por saber como alguien de su edad había llegado a alcanzar ese extraño gesto en su faz.

Su capitán le había presentado al muchacho, pero ella no podía ni abrir la boca, todo en ese hombre se le antojaba irreal, surrealista. Él tampoco decía nada, se limitaba a mirarla de arriba a abajo. Pasado un rato, Erwin hizo un ademán para que saliesen de allí. Ninguno de los dos necesitaba conocer nada más del otro.

Tras varias visitas al dispensario de ropa, donde recogiesen los útiles del chico, y aquellos bienes imprescindibles para su cohabitación; sábanas, edredones, ropa de abrigo, etc, se dirigieron al edificio de madera. Hasta ese día, el antiguo y olvidado, barracón de mujeres C.

Para no causar la furia del muchacho, le dijo que pensaba convertir ese barracón prácticamente vacío e inhabitado en una sede donde poder planear estrategias más libremente sin necesidad de molestar al resto de los soldados inferiores. Por lo que solo unos pocos podrían vivir allí. Aquellos de mayor rango, algunos capitanes y líderes de escuadrón; y ellos tres.

La sola idea de sentirse superior a sus compañeros sin apenas haberlos conocido parecía agradar al hombre. Una astuta idea. Cada día su admiración por aquel hombre crecía más y más.

Hanji sujetó la llave del barracón, dado que era la única que la tenía, y abrió la puerta. Una nube de polvo salió del lugar inundando sus fosas nasales.

-H-Hanji... pensaba que mantenías este lugar limpio como se te había indicado - acusó el capitán tapándose la boca para poder respirar.

-B-bueno, la verdad es que llevo ya varias semanas sin limpiar. He estado ocupada con unos nuevos estudios y la verdad es que no me he preocupado demasiado de ello – disimuló con una sonrisa fingida mirando al lado.

Ambos dirigieron su mirada al joven bajito para intentar excusarse por el desastre, pero mantenía su mirada fija sin atreverse a entrar. De repente, se agachó y se puso a buscar algo entre sus pertenencias, sacando una especie de pañuelo blanco y lo anudó en su cabeza protegiendo su pelo. Hanji le miraba sorprendida, ese chico podría ser aún más raro de lo que ya parecía.

- Me esperaba algo así – se agachó sobre su maleta buscando algo con lo que cubrir sus manos, tal vez unos guantes de goma - ¿A qué esperáis? Traed cepillos y mopas. No pienso dormir en un sitio tan mugriento.

La vida de un soldado.Место, где живут истории. Откройте их для себя