Capítulo 2 | Presentaciones |

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Editado 24/09/2018

Con los nervios a flor de piel Sansa ya esperaba en su puesto a la entrada del Castillo de Invernalia entre Arya y un puesto vacío, el de Robb

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Con los nervios a flor de piel Sansa ya esperaba en su puesto a la entrada del Castillo de Invernalia entre Arya y un puesto vacío, el de Robb. La pobre chica pelirroja sentía que prontamente se desmayaría producto de los nervios, su cuerpo no paraba de sacudirse en pequeños y casi imperceptibles temblores; estaba completamente aterrada por el destino que se le avecinaba.

A diferencia de su hermano mayor, de sus delicados labios rosados jamás salió palabra negativa u oposición alguna con respecto a su pronto matrimonio y real compromiso, Sansa sólo acató en silencio. Era lo que le habían enseñado y para lo que la habían preparado toda su vida.

A los pocos minutos Robb se posicionó al lado de su hermana notando la angustia y el terror que reflejaban sus ojos azules. Una rabia descomunal se apoderó de él y el enojo invadió todos sus sentidos. No estaba de acuerdo con nada que estaba pasando y pasaría, para él todo era una maldita farsa; absurda, cruel e innecesaria. No entendía como sus padres estaban ahí parados tan estoicamente sin percatarse de lo mucho que dañaban y arruinaban las vidas de dos de sus hijos.

—Estaremos bien —susurró en el oído de Sansa guardando que nadie más pudiera escucharlo, solo ella—. Haré que se vayan —prometió.

Sansa abrió sus hermosos y asustados ojos de par en par, la angustia creció a pasos agigantados en su interior por culpa de su hermano. Le asustaba todo lo que envolvía su pronto compromiso y conocer al hombre que sería su futuro esposo, pero le asustó aún más lo que podía llegar a hacer Robb y las represalias que caerían sobre él.

Quiso decirle que no hiciera nada, que se mantuviera al margen y que por favor se comportara como todos esperaban que hiciera, pero cualquier deseo de acción que hizo cumplir se vio negada cuando los cascos de caballos se escucharon a la entrada del gran castillo.

Por las puertas cruzó un carruaje negro brillante tirado por cuatro caballos negros, a su lado un admirable caballero rubio vestidos con ropas y armadura elegantes cabalgando otro potro negro, seguidos de un grupo pequeño de abanderados de la Casa Locke.

La chica pelirroja se estremeció fuertemente y rezó a todos sus Dioses el poder conseguir algo de tranquilidad en esos momentos, sin embargo la imagen del hombre rubio no logro más que ponerla a tiritar como si de frío se tratase. Dentro del brillante coche negro la chica rubia se encontraba en la misma situación rogándoles a sus Dioses por paz y serenidad, pero cuando sintió a su transporte detenerse del todo se sintió desfallecer.

Edric Locke asintió a sus abanderados y bajó de su potro negro con tal facilidad y elegancia como solo un real caballero, entrenado y educado, podía hacer. Erguido, estoico y galante se acercó a paso firme a los Señores del Norte, regalándose así un par de segundos a su hermana para poder recuperar su semblante.

Yellow Light |GoT|Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz