Alianzas de matrimonios indeseadas, amores incomprendidos y amores prohibidos. Obligación y honor ante todo, o tal vez no.
La Casa Locke está casi extinta y el Señor de esta utilizará hasta sus últimos recursos para evitar el fin de su herencia, in...
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Amablemente, y como era de esperar, Lady Catelyn y su hija mayor acompañaron a los recién llegados a sus nuevos aposentos, los que resultaron estar bastante cerca uno de otro para el confort de Lyarra; de esa forma tendría cerca a su hermano y no se sentiría del todo sola en ese oscuro, frío y gris lugar.
Su nueva habitación, hasta el momento de su matrimonio, era amplia y espaciosa; las paredes también eran grises y oscuras como todo en ese castillo, pero la cobija de la cama color crema resaltaba y le daba una pequeña luz al lugar. En conjunto era un cuarto agradable, o eso fue lo que se trató de decir para reconfortarse y no extrañar aún más Castillo Viejo. De todas formas a Lyarra siempre todo le parecía bien y bueno, ella era demasiado pura para pensar mal.
Lo que llamó sinceramente su atención fue la vista que se desarrollaba por la gran ventana que tenía a un fondo, desde ahí podía observar un patio, un jardín de árboles y alguna que otra flor, cosa casi improbable ya que estas escaseaban en Invernalia. Sentada en una cómoda silla acolchada pasó el resto de su tarde mirando por aquella ventana. Algunos pajaritos cantaban y las hojas de los árboles caían de estos a causa del viento que corría, no se oían voces humanas y tampoco se veían los portadores de ellas. El espacio y el momento le entregaron nuevamente la oportunidad de pensar un poco.
Su bienvenida fue bastante amable y amena, los Stark de Invernalia parecían ser grandes personas, de valores y educación. El lugar si bien congelaba hasta sus huesos y era lastimosamente muy gris no la había logrado deprimir, ella no lo había dejado. Sin embargo la mirada que le dio su prometido si lo logró, un poco. Pero Lyarra lo entendía, intentaba hacerlo. De seguro el joven aún estaba procesando la idea del matrimonio, como ella, ya pronto su comportamiento se suavizaría, deseó. Por lo que si brilló de felicidad fue por lo amable y linda que había resultado ser la futura esposa de su amado hermano; Lya pudo ver el rubor en las mejillas de Sansa, y la sonrisa y buen trato de su hermano para con ella, esa era una inmensa alegría para su corazón.
Las cosas van a estar bien, se prometió a si misma con una gran sonrisa en los labios y sus ojos llenos de ilusiones.
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Para celebrar su llegada y darles una pequeña bienvenida Lady Catelyn organizó una cena privada con solo los miembros de la familia. La larga mesa se veía fabulosa con todos los platillos llenos de comida, los cubiertos de plata relucían en sus lugares y cada detalle estaba resuelto a la perfección. Así era la Señora de Invernalia.
Mientras comían y disfrutaban de los deliciosos platillos las conversaciones comenzaron a desarrollarse, y todas ellas en su gran mayoría estaban dirigidas a los hermanos Locke.
