c u a t r o

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El padre de Chan no era de regaños, eso se lo dejaba a su madre quien hacía del policía malo, su padre era el bueno, el que le daba dulces y dinero a escondidas cual narcotraficante, el disque favorito que le cumplía sus caprichos. Por eso mismo el escucharle gritar su nombre le había alarmado bastante, era un algo nunca antes escuchado, sonaba tan diferente a su voz normal que daba escalofríos.

Chan miró por unos segundos al pelirrojo, quien le veía con curiosidad notoria buscando una explicación por la llamada, segundos después volvió a repetirse, solo que ahora únicamente el diminutivo de su nombre. "Chan". Era un claro "vuelve a casa antes de..." Torpemente se dispuso a ponerse de pie, limpiando sus ropas de toda la suciedad que se había quedado pegada en la parte trasera de su ropa, hizo una reverencia a modo de despedida ante el contrario quien parecía también querer levantarse, y comenzó a caminar apresurado a su hogar. Paró unos segundos antes de darse la vuelta para poder dar unos pasos a su posición anterior, frente a Byeong.

-Mañana te lo compenso, lo juro.- Sonrió. Nuevamente, se alejó, esta ve corriendo a casa. Su padre sonaba cada vez más desesperado.

Ese era el caso, su padre no sonaba enojado, si no, más bien, mucho más alarmado que enojado, asustado, como si se le hubiesen perdido las llaves de su oficina o algo, ¡Como si hubieran robado toda la comida de casa! Por unos segundos pasó la posibilidad de que por eso le llamaba, por haber comido gran parte de los alimentos que se encontraban en la nevera. Pero no, el tono que usaba el mayor era mucho más serio para tratarse de algo tan banal que la comida, era el mismo tono que le había escuchado usar tantas veces de niño cuando se perdía, cuando salía corriendo en los supermercados hasta perderse y tuvieran que llamarle por el altavoz, cuando le había tocado a el que se tenía que ir de casa cuando niño. Se le partía el corazón de manera metafórica el escucharle así... También le daba vergüenza el escucharle gritar su nombre sin importar que otros vecinos pudieran escucharle, pero ese era otro tema.

―¿Lo prometes? ¿Me prometes que no volverás a asustarme? ¿Que me avisarás si haces algo? ¿Que me presentarás a ese chico? ¿Que no te comerás todo el pollo otra vez?

Finalmente, al escuchar su tono lentamente pasar a uno juguetón, supo que toda reprimienda estaba fuera, que confiaba en el, que no se haría problema. Que solo había sido un susto.

―Después de todo, hijo mío, eres lo único que tengo...

Todo lo que tenía...

―Lo prometo.

•Smile 4 Me• 「笑う」•A.C.E•Where stories live. Discover now