Capítulo Cuarenta y seis

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Capítulo Cuarenta y seis

Viterbo, Italia

30 de abril, 2005

Flavio...

Flavio...

—Señor, debe acompañarnos, debemos tratar su herida.

Franco elevó su mirada encontrando a un paramédico frente a él, sabía que él tenía razón, había recibido una bala en el hombro izquierdo por intentar detener a Gioto, pero no había un daño más grave, sabía que podía soportarlo, pero Flavio...

Miró hacia el frente nuevamente donde se encontraba su padre aun llorando en el suelo y un poco más allá, Rubí con los ojos perdidos y llenos de lágrimas mirando el cuerpo inerte de Flavio, los paramédicos y la policía comenzaron a hacerse cargo, los soldados calabreses parecían tener todo en control llevando cuerpos y dando órdenes para ayudar a los heridos, mientras que ellos... ellos que eran dueños del lugar, que habían ganado la batalla no podían hacer nada.

Cuando el paramédico movió a Flavio en una camilla tapando todo su cuerpo hasta la cabeza con una sábana, escuchó el grito desgarrador de su padre, había presenciado como Gioto Vitelo disparaba y aquella bala perdida caía en dirección a la nuca de su hijo, no podría soportarlo, nadie podría...

Franco comenzó a llorar viendo como trasladaban a su hermano, viendo como su padre lloraba y como Rubí parecía haber perdido toda la capacidad de moverse. El paramédico logró finalmente moverlo, a él y a los demás, pero sabía que incluso cuando la escena sería bien limpiada y habían logrado obtener de regreso su hogar, nada volvería a ser como antes.

*

Roma, Italia

01 de mayo 2005

Fiore Felivene lo único que pudo hacer cuando la noticia llegó a sus oídos fue correr, correr hasta más no poder, hasta que sus piernas dolieran y sus músculos protestaran, corrió pidiendo que la llevaran pronto, corrió desde la entrada del edificio hasta el final y cuando logró encontrar a su familia por fin lo único que pudo hacer fue llorar, comenzó a llorar con sollozos descontrolados, con lágrimas que no podrían ser detenidas y con un dolor en su pecho que no podría soportar. Su hijo, su amado segundo hijo estaba ahí, por fin entregarían el cuerpo, lo velarían en el día y al siguiente entonces tendría que enterrarlo, el solo pensamiento hizo que el dolor fuera peor, quiso acercarse, quiso tomarlo entre sus brazos nuevamente, pero cuando lo intentó fue retenida por unas manos fuertes.

Basilio estaba ahí sosteniéndola, llorando junto a ella mientras veían el cuerpo de su hijo inerte, el dolor para ambos era insoportable y no habían palabras que pudieran contener lo que estaban sintiendo, no quería creerlo, se había negado a creerlo, pero ahí estaba y la muerte era cierta. Minutos después tuvieron que salir para comenzar con los tramites y el velorio, el país completo sabía lo que había pasado, todos estaban enterados de la pelea entre familias en Viterbo, la destrucción de la imagen del gran empresario de Palermo y la terrible tragedia de muertes inocentes en el proceso, todo había sido proyectado a nivel nacional por medio de noticiarios y periódicos por lo que sabía que las cosas debían hacerse rápido, sabía que tenía que ser fuerte para que lo mediático comenzara a menguar y su familia pudiera volver al anonimato como pedido de Cosa Nostra, pero no tenía cabeza para pensar en una forma de agilizar el proceso cuando apenas lograba creerlo, no quería, realmente no quería enterrar a su hijo y entonces el llanto solo se acrecentó más, el vacío en el pecho parecía estarla consumiendo y, el odio, el dolor y la tristeza solo se expandían por cada parte de su sistema.

—Debemos irnos —la voz que escuchó la hizo separarse un poco de su esposo.

Adoraba a esa niña, pero no pudo evitar cegarse, tenía tanta rabia, tanto enojo que ni siquiera pensó en lo que estaba haciendo cuando una sonora bofetada retumbó por todo el lugar. Había golpeado a Rubí y el solo hecho de ver los ojos de esa muchacha la hizo reaccionar nuevamente, pero no así menguar su dolor.

Rubí // Killer I: La Joya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora