Capítulo 12 | Elena

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KEVIN

Apareció frente a mí, alzando entre sus manos un par de tijeras filosas mientras mantenía una sonrisa maliciosa en su rostro.

—Nos vamos, Kevin—se coloca a un lado de la cama, tocando mi pecho con suavidad—. Iremos a otro lugar un poco más privado.

— ¿Dónde? —Me limité a preguntar con calma.

—Es sorpresa.

Empezó a cortar las cuerdas que me tenían retenido en la cama. Cuando las cuerdas se rompieron finalmente, actué sin pensarlo dos veces. Me incorporé de la cama cuando sentí mi cuerpo libre lo más rápido que pude, sujetando del cuello a Elena para empujarla contra la pared. Las tijeras cayeron al suelo. Ella trató de arañarme los hombros, no obstante, sujete sus manos con fuerza y las pegué contra la pared por encima de su cabeza.

—Cometes un error—Se esfuerza en hablar, su rostro se ponía roja cada vez que apretaba mis dedos contra su piel—. Casey pagará.

—No puedes hacerle daño si estas muerta—gruñí.

—Mira.

Sus ojos se dirigieron hacia una dirección que seguí. Mire a mis espaldas y observé un par de fotografías encima de la mesita de noche, desde mi posición, no alcanzaba ver la imagen. Por lo que la solté, y ella cayó desplomaba contra el suelo mientras acariciaba su cuello. Al observar con detalle aquellas fotos, noté que se trataba de Casey; saliendo de casa, cuando visita a la psicóloga y a su tía.

—Yo no las tome—Tosió un par de veces antes de añadir—: si desaparezco, mi amigo se encargará de ella.

Al girarme a ella, ya se encontraba de pie, tratando de recuperar el aliento. Su cuello se encontraba morado y sus ojos estaban rojos ante las lágrimas. A pesar de su estado, quería ahorcarla, pero Casey pasaba por mi cabeza y eso me impedía dar otro paso en seco.

—Es hora de irnos—sonrió.

...

Me puse la ropa que ella me entregó antes de retirarse de la habitación. Era simple y sofisticado, nada que pudiera llamar la atención de las personas. 

Quería escapar por la ventana, pero estábamos a una altura en la que podría arriesgar mi vida y no quiero eso.

Escucho la puerta rechinar y después el sonido de los tacones de Elena golpear contra la madera. Tenía puesto un vestido floreado junto con un sombrero grande para protegerse del sol. Para esconder los moretones de su cuello, usó una gargantilla negra.

—Nuestras maletas ya están en nuestro auto—Dijo con entusiasmo—, pasaremos disimuladamente entre las personas.

No podía responderle, ni siquiera dirigirle la mirada. La ansiedad de poder atacarla me consumía, al igual que el enojo.

—Debemos irnos.

Salimos de la habitación a paso lento. Su mano rodeó mi brazo y se pegó a mí al momento de avanzar hacia el elevador. La sonrisa de su rostro era larga e incluso se sentía feliz por tenerme cerca. Al entrar, me indica con la mirada que presione el botón que nos llevará al Lobby. Sin quejarme, lo hago.

Era demasiado absurdo como nos encontrábamos. Ella lucía más feliz que yo, que me encontraba serio y tratando de mirar a las personas en busca de ayuda, sin embargo, estoy seguro de que nadie le haría caso a un chico que camina al lado de una mujer. Nadie creería la historia de que estoy secuestrado por ella. Una chica que parece indefensa y tranquila.

Al llegar a la recepción, empezamos a caminar un poco acelerado hasta que se detuvo en seco.

—Espera aquí—se colocó frente a mí—, iré a ver si el chófer está disponible—se alza de puntitas para acercar sus labios contra mi mejilla—. No es necesario correr, tu esposa no lo hará.

Se aleja a paso lento para retirarse del hotel. Miré a mí alrededor; personas cruzaban a mi lado, parejas y familias que venían a disfrutar sus vacaciones. Deseaba gritar, correr como dijo ella, pero no puedo. Casey debe de saber que no está a salvo si viene a buscarme, debo advertirle de alguna forma.

Me acerqué a recepción donde se encontraba un hombre bien vestido atendiendo.

—Necesito escribir una carta para una chica que vendrá aquí—dije serenamente, ocultando la ansiedad.

—Claro señor—saca por debajo del mostrador una hoja blanca junto con una pluma— Aquí tiene.

Tomé la pluma y me dispuse a escribir alguna frase corta lo más pronto posible antes de que apareciera Elena. Doble la hoja y se la entregue al señor.

— ¿Cómo se llama la chica que debe recibir esto, señor?

—Casey Cook, o puede llamarla también Señora Crumb—sonreí un poco—. Podrá identificarla fácilmente por su cabello marrón y su piel blanca.

Me retire de la recepción y regrese a mi sitió. Un minuto después, regresó ella que no tardó mucho en sujetar mi brazo y encaminarme hacia la salida.

ELENA

Estábamos en camino a mi departamento que renté hace un par de meses de planear venir aquí. Me sujetaba de su brazo a cada rato, sin embargo, no me miraba. Sus ojos se quedaron planteados en la ventanilla, mirando el exterior. Por lo que tuve que sujetar su mentón y hacer que mirara a mi dirección.

—Te encuentras muy distraído—susurré.

—Sólo miro cosas que sean de mi agrado—Volvió a mirar hacia la ventanilla.

No pude evitar sentir rabia ante el comentario, por lo que revise en mi bolso lo que más deseaba sacar. Coloque entre mi mano la jeringa donde contenía la droga edipto. Kevin no tardó mucho en tener un escalofrió.

— ¿Te gusta? —Pregunté con simpatía, a la vez que acariciaba su piel con la aguja—. ¿No te parece fascinante que una simple droga te haga olvidar todo tu pasado?

Se mantuvo callado sin quitarme la vista encima. Me daban ganas de reír, me agradaba mucho tener el poder de intimidarlo. El carro prosiguió su camino hasta que llegamos a nuestro destino. Kevin abrió la puerta para disponerse a salir, pero jale de su brazo para detenerlo.

—Todavía no puedes salir, tontito—Guardé la jeringa en mi bolso y saque unas esposas—. Sólo lo hago para protegerte.

No se resistió. Colocó sus muñecas frente a mí, facilitándome el trabajo de colocarle las esposas. Ambos salimos del carro y miramos frente a nosotros el edificio —Algo viejo y lleno de balcones que dan vista a los demás edificios y a la calle—. Un lugar en medio de la ciudad, lleno de ruido y de caos, será perfecto para nuestra estadía.

Cuando el chófer bajó nuestras maletas, se dispuso a llevarlas al departamento.

—Entremos—Abracé el brazo de Kevin y lo encamine al edificio.

...

El departamento era simple, conformada por dos cuartos y dos baños, una sala amplia que conectaba con la cocina pequeña, un comedor y un balcón con vistas hacia el centro de la ciudad.

Los muebles ya se encontraban instalados, la ropa que le compré a Kevin ya se encontraba en nuestro armario. Al entrar a casa, le quite las esposas, no sin antes cerrar la puerta principal para estar solos.

Su mirada recorrió cada rincón del hogar, caminando poco a poco para inspeccionar la casa.

—No hay armas—Avisé entre risas—, es una casa simple.

Se detuvo, soltando un largo suspiro. Por el silencio que se formó, pude escuchar un sollozo por parte de él.

Me acerque a donde se encontraba y acaricie sus hombros para después posicionarme frente a él. Sus mejillas se encontraban rojas al igual que sus ojos. Algunas lágrimas seguían resbalando por su piel que no tardé en retirar con mi pulgar. Acaricie suavemente su barbilla, mirándolo fijamente y guardando silencio por un momento.

—Pronto aprenderás a olvidarla—Susurré—, ella no fue quien te salvó.

Me retire a mi habitación. 

Una Parte De Mí | Segunda temporadaWhere stories live. Discover now