CAPÍTULO 1 "CARA DE ÁNGEL, MENTALIDAD DE DEMONIO"

Start from the beginning
                                    

Nada más entrar en la oficina, el olor de una colonia, entre dulzona y masculina, le abofeteó la cara, dejándolo probablemente, más despeinado que antes. El dueño de ese peculiar aroma, estaba justo enfrente de él y no se refería precisamente al decano.

Carlos estaba completamente mudo.

Aquel era probablemente el chico más guapo que hubiese visto en mucho tiempo y Carlos realmente sentía que no le estaba haciendo la suficiente justicia. Estuvo a punto de soltar un jadeo, cuando aquel muchacho se puso de pie y pudo tenerlo frente a él en toda su gloriosa figura.

Era tan guapo que casi sentía que lo odiaba. Tanto o más de lo que deseaba trepar por su cuerpo como si fuera un koala encima de su eucalipto.

—Eucalipto... —susurró a escasos segundos de empezar a babear.

—¿Disculpe? —El decano lo miraba con desconcierto. Carlos no le estaba poniendo atención precisamente a ese rostro viejo y cansado.

—¿Qué?

—¿Se siente bien?

—¿Eh?

Respirar y decir frases coherentes, eran funciones sobrevaloradas. Carlos podía fácilmente prescindir de ellas, sobre todo si aquel dios griego de espalda ancha, brazos musculosos y barba medio crecida, le sonreía de esa manera que, él estaba seguro, intentaba ser coqueta. ¡Dios! Necesitaba firmar el acta de matrimonio y consumar de una vez la luna de miel.

—Carlos Guillermo, ¿está usted escuchando?

La sola mención de su segundo nombre lo había hecho reaccionar. Odiaba mucho que lo llamaran así. Lo hacía recordar a su antigua escuela, donde sus compañeros de clase se referían a él con ese nombre. No le desagradaba más allá del hecho de regresarlo en el tiempo, a todos aquellos odiosos recuerdos.

—¿Qué cosa? Discúlpeme, pero no escuché lo que me dijo. —Se dio cuenta de pronto de que tenía quién sabe cuánto tiempo mirando a aquel chico, que no había pronunciado ni una sola palabra y que parecía estarlo escudriñando con la mirada.

—Este joven de aquí, es Gabriel De Luque.

—Gabriel... —murmuró apenas audible. Cada letra se sintió como la miel más dulce, sobre sus labios.

Ambos chicos cruzaron miradas por un segundo. Carlos se dio el lujo de recorrer al otro muchacho de arriba abajo con una pizca de descaro... o mucho. Mucho descaro sería una expresión más atinada. Estaba pulcramente vestido con una camisa blanca que llevaba remangada hasta los codos y se ceñía tan bien a sus brazos y hombros amplios, que Carlos sintió la necesidad de jadear. No lo hizo.

Ya no había forma de descifrar la expresión de ese muchacho. Había abandonado aquella sonrisa que a Carlos le había parecido amigable y se había vuelto pensativo y con la mirada hacia el piso.

—Será su nuevo compañero de habitación, joven Díaz.

—¿Mí qué?

Carlos parpadeó un montón de veces, intentando asimilar lo que acababa de escuchar. Desde que había llegado a aquel Instituto, él siempre había permanecido solo. Nunca había tenido un compañero de habitación, nunca había tenido que lidiar con alguien metido entre sus cosas. Él nunca había tenido que...

—¿Carlos? —Una vez más se había quedado callado, con la mirada fija en algún punto perdido de la pared. Cuando logró reaccionar después de la sorpresa, la mano de aquel muchacho estaba extendida frente a él. De nuevo una sonrisa amable decoraba su rostro. Carlos recibió el saludo algo titubeante.

Si se ponía quisquilloso, tendría que decir que aquel apretón de manos había sido un poquito exagerado. Incluso le pareció sentir los dedos entumidos mientras el apretado agarre se mantenía por más tiempo del necesario. No le dio demasiada importancia, sin embargo.

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now