Capítulo 32. Imprevisto

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―¿Qué haces aquí? ―le pregunté cuando abrí la puerta y me lo encontré con las manos escondidas en la espalda, mirándome con inocencia.

Había convencido a Frank para que me dejara manejar esto. No le pareció muy bien, porque cuando supo que había sido Fernando el que nos había interrumpido, inmediatamente quiso salir a partirle la cara, sin importarle las condiciones en las que se encontraba. Sin embargo, le imploré que se calmara y que me dejara hablar a mí, para que no se me metiera en más problemas. Dudó una eternidad, pero al final terminó aceptando; eso sí, sin dejar de maldecir.

Me dijo que, de todas formas, se quedaría en la sala para escuchar la conversación. Bueno, la verdad, era que yo no estaba de humor como mantener una charla amigable con Fernando.

Así que aquí estaba yo, enfrentándome a Fernando sin que Frank se interpusiera. Cuando observé los golpes en su cara, confirmé mis sospechas. Era obvio que había estado involucrado en la pelea.

―Necesitamos hablar ―dijo mirándome con tristeza.

―No tengo nada de qué hablar contigo ―respondí decidida.

Era la verdad. No tenía nada que hablar con alguien que me había traicionado. Sería demasiado estúpida si lo perdonara.

―Vamos, Alexa, dame una segunda oportunidad ―me suplicó.

―Las personas como tú no merecen segundas ni terceras oportunidades, lo que hiciste no tiene justificación ―dije muy enfadada.

―Déjame explicarte...

―No tienes que darme explicaciones ―lo interrumpí―. Ya me las diste el día en que te encontré con Daniela.

Se pasó los dedos por el pelo con frustración y soltó un suspiro.

―Fue un estúpido error. Estaba borracho... No sabía lo que hacía ―se justificó.

Tenía unas ganas inmensas de estamparle la puerta en la cara, pero no quería recurrir a la violencia... todavía. Así que me contuve, manteniendo una postura firme.

―¿Borracho? ¿Estabas tan borracho que lograste llegar a tu casa, bajar del coche, subir al ascensor y entrar a tu apartamento y sacarle el vestido a Daniela? ¡Que patético eres! ―solté.

Juro que trataba de contenerme, pero recordar esa escena me enfurecía. El hecho de que me hubiera engañado de esa manera tan cobarde seguía doliéndome. Sabía que el tiempo curaba las heridas y que lo superaría, pero no era algo que pudiera olvidar de un día para otro. Nunca volvería a creer en sus palabras, y desde luego nunca volvería a su lado.

Lo que sentía por Frank era algo más fuerte, y unas cuantas palabras de arrepentimiento de Fernando no iban a confundirme. Quería a Frank, y punto.

―No lo entiendes, ella se me insinuó... ―replicó, desesperado.

Iba a responderle cuando Frank apareció a mi lado, fulminando a Fernando con la mirada.

―No vengas aquí con mierdas como esas. Lárgate y déjala en paz ―dijo furioso mientras su brazo rodeó mi cintura atrayéndome hacia él.

Fernando lo observó de arriba abajo. Recordé que Frank solo llevaba puesto un pantalón de franela, lo que hizo que la mandíbula de Fernando se tensara al verlo.

«Muérete de envidia», pensé. «¡Su cuerpo es más sexy que el tuyo! ¡Ja!».

―¿No me digas que ya duermen juntos? ―me preguntó levantando una ceja.

―Si dormimos juntos o no, no es asunto tuyo ―contestó Frank bruscamente.

Las ganas de dormir con él no me faltaban, pero no tenía que darle ninguna explicación a Fernando. Y, repito, dormir con él; no otra cosa.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora