Capítulo 8. Furia controlada

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Le conté a Fernando que sospecha que Frank era el que le había mandado el mensaje sin que yo lo supiera, y me disculpé avergonzada.

—No te preocupes —dijo, podía asegurar que estaba haciendo una mueca—. ¿Está él contigo?

—Se quedó en la cocina.

—¿Y tus padres?

—No tardarán en llegar —comenté, mirando el reloj de reojo.

—¿Te han dejado sola con él? —preguntó, alarmado.

—Algo así. Tuve que quedarme en casa para limpiar y, bueno, él no quiso irse con ellos —le expliqué, rodando los ojos.

—¿Te importa si voy unos minutos a tu casa? —propuso.

No me importaba en lo absoluto, pero con Frank presente volveríamos al principio: volvería a amenazarme con explicarle a mi padre que Fernando había venido a casa, y no quería arriesgarme a que papá tomara cartas en el asunto si volvía a desobedecer. Con total confianza, le expliqué las consecuencias que tendría para mí que él viniera a casa.

—Es un idiota, lo sé —me quejé, soltando un suspiro de frustración.

—Entonces, ¿no hay manera de verte esta noche? —La desilusión en su voz era notoria.

Comencé a pensar en las posibles maneras de vernos. Solo había una, que entrara por el jardín y que de allí subiera a mi habitación. Era arriesgado, pero tenía ganas de verlo y de hablar sobre lo nuestro. Sentía algo por él, pero no estaba muy convencida de si me gustaba tanto como para que volviéramos a intentarlo, y eso eran cosas que no podía hablarlas por teléfono. Podía esperarme a otro día, pero pensé que había llegado el momento.

Había estado experimentando raras y confusas emociones desde que conocí a Frank. A pesar de que a veces se comportaba como un imbécil, tenía su lado simpático y, aunque tratara de negarlo, me sentía atraída por él. No estaba enamorada de Frank ni nada por el estilo. Tal vez solo era algo pasajero, pero, mientras tanto, tenía que dejar las cosas claras con Fernando. No quería ilusionarlo, diciéndole que lo seguía queriendo como antes.

—¿Estás segura? —me preguntó, algo temeroso, a la vez que emocionado, cuando le conté mi plan de que entrara a mi habitación.

—Sí, te esperaré a la una. Dejaré abiertas la puerta del jardín y la de mi habitación —dije, antes de que pudiera retractarme.

—¿Qué pasará con Frank? Es posible que se dé cuenta.

—No te preocupes, me las arreglaré para que no sospeche nada —comenté, sin tener idea de cómo haría eso.

Tras planearlo todo, colgué y fui a la cocina. Frank me miró sonriente mientras le daba un mordisco a la manzana que tenía en su mano. Me crucé de brazos y me apoyé en el marco de la puerta.

—¿Por qué estás tan enfadada?

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté, tratando de mantener mi voz neutra.

—¿Hacer qué? —frunció el ceño, fingiendo no entender lo que le preguntaba.

—¡Sabes bien a qué me refiero! —levanté la voz, irritada.

—No me grites —me advirtió, arqueando las cejas. Se levantó de la silla y tiró la media manzana a la basura. Caminó hasta estar frente a mí y me observó un momento—. Hablaremos cuando estés más tranquila.

Antes de que saliera de la cocina, le agarré del brazo, que noté súper tonificado debajo de mi palma, y lo detuve.

—Quiero hablar ahora —le exigí, tratando de ocultar mi nerviosismo al sentir la calidez de su piel.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora