Capítulo 26. Juntos

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Una corriente eléctrica traspasó mis sentidos y me llegó a los huesos. Sentí como mi respiración se detenía a la vez que mi mente absorbía sus palabras como una esponja.

¿Era esto real? ¿Había oído bien?

Frank me miró fijamente, examinando mi reacción. Aunque no podía verme a mí misma, estaba segura de que debía de parecer muy sorprendida.

―¿En qué piensas? ―preguntó mientras me acariciaba la mejilla con los nudillos.

No lo sabía exactamente. Me gustaba Frank y me atraía de una manera inexplicable, pero no sabía cómo actuar en ese momento.

―¿Qué me has dicho? ―dije nerviosa.

Tenía que asegurarme de que no le había oído mal. Sonrió cálidamente mientras me levantaba la barbilla para que mis ojos estuvieran a su altura.

―Me gustas mucho, Alexa ―volvió a decir.

Entonces no eran imaginaciones mías. Realmente estaba admitiendo que le gustaba.

Una sensación de felicidad se expandió dentro de mí al ver su rostro relajado. Había sido sincero, y noté que se me aceleraba el corazón.

―Tú también me gustas, Frank ―dije, ignorando cualquier tipo de nerviosismo.

La expresión de sus ojos fue de un alivio inmenso. Sonriendo satisfecho, me volvió a besar. Sentí de nuevo la calidez y ternura de sus labios. Creo que no hacía falta hablar demasiado; el beso era más que suficiente para hacernos saber lo que sentíamos el uno por el otro.

Cuando nuestras miradas se encontraron, todo lo demás dejó de importar. Solo éramos él y yo. Quizá debía preocuparme por lo que podría ocurrir después, pero pensé que, siempre que estuviera con él, cualquier cosa, ya fuera buena o mala, valdría la pena.

Tras secarnos y vestirnos, nos quedamos un rato más observando el mar acompañado del cielo oscuro y escuchando el movimiento de las suaves olas.

Frank se encontraba detrás de mí, con sus brazos rodeando mi cintura y su barbilla apoyada en mi hombro izquierdo. Nuestras manos entrelazadas descansaban sobre mi estómago. No había cosa más maravillosa y bella que sentir su cuerpo contra mi espalda. Su calidez me relajaba. Me sentía segura y protegida.

―Es hermoso, ¿no crees? ―comenté mientras las olas chocaban entre sí formando ondas perfectas.

―No más que tú ―susurró, y me besó dulcemente debajo de la oreja, haciéndome inclinar la cabeza.

El movimiento de sus brazos hizo que me girara para quedar frente a él. Coloqué mis manos en su pecho mientras que él posaba las suyas en la parte baja de mi espalda. Nuestros cuerpos, desde la parte del ombligo hasta los pies estaban conectados. Sentía mi vientre tensarse.

―Siempre esperé este momento ―dijo mientras sus pulgares formaban círculos en mi cintura.

Para ser honesta, yo también. Por más que traté de evitarlo y aparentar que no me importaba, siempre quise estar tan cerca de él como lo estaba en este momento.

―Imagino que ya lo tenías planeado ―dije mientras mis dedos jugueteaban con su camiseta.

―No del todo, simplemente pensé que era necesario que supieras lo que sentía. ―Sus ojos avellana atravesaron mis pupilas.

―¿Qué pasará con nosotros? ―pregunté en voz baja.

Todo estaba bien estando ahí solos, pero en nuestras vidas había muchos factores en juego. Estaban mis padres, Melina, la universidad... De lejos, todo ello no parecía tener mucha importancia, pero lo cierto es que sí lo tenía. Mi padre llegaría mañana, y cabía la posibilidad de que las cosas se complicaran si le contábamos lo «nuestro», o tal vez no... Todo era cuestión de arriesgarse.

―No soy bueno para esto ―dijo, haciendo a un lado un mechón de mi cara―. Para ser sincero, no he tenido una relación seria desde hace tiempo.

Claro, lo que imaginaba. Intenté alejarme para prepararme para su rechazo, pero él me sujetó, trayéndome de vuelta hacia su cuerpo.

―Pero quiero intentarlo. ―Su mirada corroboraba que hablaba con sinceridad.

―¿De verdad?

Me apetecía comenzar una relación con él.

―Quiero que me enseñes a ser mejor persona.

Dicho esto, me abrazó con una enorme ternura. Aspiré su aroma masculino mientras escondía mi cara en su cuello. Este era un Frank completamente sensible y dulce. Sabía que su actitud estúpida y burlona formaba parte de su personalidad, pero era lo que lo hacía perfecto para mí.

―Te ayudaré si dejas de ser un idiota y un pervertido ―dije cuando nos miramos de frente.

Sostuvo mi mirada unos segundos y luego dejó escapar un risa profunda y ronca.

―No pienso dejar de ser un idiota y un pervertido ―respondió alzando sus tupidas cejas.

Nos abrazamos de nuevo. Los siguientes minutos fueron de suaves besos, comentarios estúpidos, risas y mimos.

―Hemos de irnos ―dije casi adivinando que era la hora de regresar a casa.

―¿Adónde quieres ir exactamente? ―propuso con voz sexy.

―Frank... ―dije, golpeándole en el hombro. Yo recibí a cambio un beso en la mejilla.

Tomados de la mano, me acompañó hasta la puerta del copiloto.

Como ya era tarde, decidimos saltarnos la cena e ir directamente a casa.

En cuestión de segundos, el SUV se deslizaba por la carretera. Una de sus manos se mantuvo entrelazada con la mía durante todo el camino. Nos mirábamos de reojo y nos reíamos. No era incómodo, más bien era extraño. Agradablemente extraño. Nos fuimos de casa como «casi amigos» y regresábamos como pareja.

A punto de llegar a casa, comprobé la hora en mi móvil. Las doce y media. ¡Vaya!, el tiempo pasaba volando cuando estabas a gusto.

Como siempre, Frank me abrió la puerta amablemente y caminamos juntos hasta casa. Durante el trayecto, decidimos no contar nada de momento. Era un gran riesgo, pero en la vida hay que arriesgarse de vez en cuando.

La casa estaba silenciosa. Mi madre y Melina debían estar dormidas. Subimos las escaleras en silencio hasta el pasillo en donde estaban nuestras habitaciones.

Frank me siguió y nos detuvimos delante de mi puerta. Justo después de darle las gracias por la salida, me besó. No fue un beso apresurado ni lujurioso. Fue un beso tierno y suave, como el que me dio al principio. Tuve que colocar mi mano en su pecho para alejarlo levemente.

―Nos vemos mañana ―dije, acariciando su mejilla.

―Descansa ―contestó él, sonriendo. Luego me dio un beso rápido y se dirigió a su habitación.

Con mis mejillas acaloradas, entré a la mía. Cuando cerré la puerta, un largo suspiro salió de mi garganta. Ese momento fue mágico. Me gustaría vivirlo una y otra vez si pudiera. Al recordar sus besos y sus caricias sentía un delicioso cosquilleo en el estómago.

Una vez con el pijama puesto, me dejé caer sobre la cama con una sonrisa estúpida en los labios. Me acosté de lado y me puse a pensar en Frank. En ese momento, cuando estaba por cerrar los ojos, mi móvil comenzó a vibrar. Lo tomé de la mesita y abrí el mensaje. Era de Fernando.

«Necesitamos hablar», decía.

Sin pensarlo, eliminé su mensaje y su número. No se merecía segundas oportunidades. Me vinieron a la mente los recuerdos de nuestra corta relación, pero negué con la cabeza, dispuesta a borrarlos todos.

Ahora formaba parte del pasado y no había que dar vuelta atrás.

Respiré profundamente y me acosté de nuevo, pero al cabo de poco tiempo el teléfono volvió a vibrar. Otro mensaje. Estuve a punto de eliminarlo, pero me detuve. No era de Fernando.

«Gracias por aceptar ser mi novia. Buenas noches.» Era de Frank.

Recordé que no me había pedido que fuéramos novios, pero su mensaje confirmó mis dudas. Era oficial. Frank era mi novio.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora