Capítulo 11: parejas y rupturas.

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-¿Y no estabas a gusto con ella? ¿Cuál fue el problema? Espero que al menos disfrutarás ese tiempo que estuvisteis juntas.

-Sí. De eso no me puedo quejar. Fueron nueve meses bastante buenos.  Hacíamos prácticamente vida juntas. Convivíamos la una con la otra mucho tiempo. Cuando ella no dormía en mi casa, yo dormía en la suya. Osea que en el tiempo que estuvimos juntas me lo pasé muy bien. Pero a lo que me estabas preguntando. El caso es que estaba a gusto con ella. Nos llevábamos muy bien. Pero era algo raro. Porque había momentos en los que se me pasaban muchas cosas por la cabeza cuando veía sus defectos. Se supone que a la persona que quieres, la quieres con sus virtudes y sus defectos. Y yo, cada defecto que veía en ella, más incrementaba mi rechazo hacia ella. La empezaba a ver más como una amiga. Éramos muy compatibles, pero como eso. Comencé a ver que no era la persona con la que quería compartir mi vida. Llámame exagerada si quieres. Pero cuando planteo el tener o tengo algo serio, es porque me veo decidida a tener algo estable y duradero. Pero ya ves, a la primera no funciona todo. El caso es que, vi que era bastante inmadura en algunas situaciones; cuando había que tener ciertas actitudes en la pareja, parecía que con ella no iba la cosa; cuando tenía que hablar con ella sobre algún problema, si ella no era el de centro de la conversación no le solía interesar lo más mínimo; y, cuando se hacía la interesada, se notaba de sobra. Y no quería cosas como esas en una pareja. Acabé con ella desde lo que a mi me parece, una buena manera. Le dije que podíamos ser muy buenas amigas, pero no novias. Yo ya no la veía como eso, ni quería verla de tal manera. Me sentía más libre teniéndola como amistad que de otra manera. Bueno, ya me he desahogado bastante. A nadie le había dicho esto nunca. Los motivos así me los guardé siempre para mí. Pero, hoy, quiero tener una opinión. Así que, opina Ana Banana, jajajajaja.

-Después de escuchar todo esto, me caes todavía mejor. Me parece que tienes las cosas muy claras, sabes lo que quieres. Y eso en una persona me parece genial. Entiendo perfectamente que no quieras eso en una relación. Es totalmente comprensible. Yo tampoco lo querría la verdad... y ultimamente no ando muy bien. Me hacen falta charlas así para darme cuenta de ciertas cosas. Estoy algo ciega, o no quiero ver. Y tranquila, que no todo sale a la primera. Se ve que eres alguien alucinante a quién hay que descubrir poco a poco. Y no cualquiera sabe hacer eso. Por ejemplo, Lucía, pues supo ver siempre sus cosas en vez de descubrir las tuyas.

-Exacto. Que bien que me entiendas perfectamente. Me hacía falta una amiga así. Te conozco de un par de días, pero me has transmitido mucha confianza y he sentido que eras la persona con la que tenía que vaciar mi cabeza de paranoias y problemas así.
En fin, básicamente, lo dejé con ella porque yo busco otras cosas. Yo quiero una relación en la que mi pareja me transmita mil sentimientos, me vuelva loca (en el buen sentido), algo en lo que sienta que puedo apoyarme en esa persona cuando lo necesite, y, que además, estará ahí. Con quien, aparte de tener situaciones en las que haya que actuar seriamente o de otras maneras, sepa que puedo reírme como dos niños pequeños hasta que nos cansemos. Que seamos dos personas independientes que nos completamos. Quiero decir, cada uno es completo por sí mismo. Pero, me refiero a alguien que te pueda aportar piezas a tu persona, que ni siquiera sabías tú que existían. Quiero enamorarme de mi pareja todos los días, sintiendo que es el primero, que me pone nerviosa.

En ese momento, hubo un silencio. Pero no uno cualquiera. Es uno de esos que sabes que no es incómodo. Que puedes estar a gusto. Qué es esencial. Ana se había quedado prendada de Mimi en aquel momento.
Ana había escuchado de boca de otra persona, todo lo que ella pensaba acerca de una pareja. Alguien que sentía las relaciones igual. Alguien que quería lo mismo que ella. Alguien así, que se hace valorar. Ana se había visto reflejada en alguien, pero en alguien muy diferente a la vez. Era increíble.
Además, le había fascinado la manera de expresarse de Mimi.
Pero, sin embargo, a Ana en ese momento se le paró su mente en seco. Se había paralizado porque ahora estaba entendiendo por qué no dejaba de pensar en Mimi desde el día que la rubia le tiró los libros. Por qué quería hablar con ella siempre, saber más de ella. Por qué le apasionaba su mundo. Le había costado asumirlo, a pesar de que su idea no había parado de pasar por su cabeza en estos dos días.
Se estaba enamorando de ella.
Y diréis, ¿como se pudo empezar a enamorar el día que le tiró los libros? Si solo se habían chocado e intercambiaron 5 palabras. Ana esta noche se había dado cuenta de que era un flechazo.
Que en esa vez sus sentimientos no le habían tenido ningún reparo en si era hombre o mujer, si era alguien que podría darle seguridad o estabilidad, ya sea laboral o económica. Solo sabía que quería probar una aventura en la vida con ella, saliese como saliese. Sin importar nada más. Mimi, solo Mimi.
Pero para expresarle todo eso, hacía falta una cosa, valor.
Ana no tenía eso en aquellos momentos.
Ana tenía miedo.
Miedo a que saliese mal, miedo a no ser correspondida, miedo a tirar todo por la borda por una sola aventura.
Pero luego pensaba que si era correspondida y tiraba todo por la borda, ya se aseguraría ella de que no fuese una simple aventura.

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