Capítulo 29

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Un relámpago atraviesa las negras nubes sobre la fábrica abandonada seguido por el intenso estruendo de un trueno. Las paredes vibran y el suelo, cubierto de polvo, es iluminado brevemente con la luz que atraviesa las fracturadas ventanas que pueblan el tejado a varios metros sobre nuestras cabezas.

Como si hubiese sido despertada de golpe del estado congelado en el que me encontraba, me giro bruscamente dándole la espalda a la mujer que todavía permanece tirada sobre el suelo de la fábrica. Me inclino hacia delante apoyando mis manos sobre mis rodillas flexionadas intentando así controlar mi respiración agitada y las fuertes nauseas que azotan mi estómago. En mi mente no dejan de aparecer imágenes creadas a partir de las palabras que acabo de escuchar.

<<A veces me pagan más para que me vista o me maquille de una determinada manera>>.

<<Él me dio una foto tuya y me preguntó si podía imitarte lo máximo posible. Me pagó una gran suma de dinero por ello >>.

<<Soy una prostituta. Ese es mi trabajo>>

La insinuación no podría ser más clara. Falcón, enfermo por su obsesión por mí, ha contratado a una prostituta para acostarse con ella fingiendo que era yo. Algo absolutamente repúgnate.

Él me acusó fervientemente por mi "infidelidad". Me culpó de acostarme con Kane Velkan, un "simple agente de policía" (sus palabras, no las mías) cuando durante todo este tiempo, él ha estado haciendo lo mismo a cambio de dinero.

El frío que hasta el momento atravesaba mi cuerpo incrustándose en la periferia de mis huesos es sustituido por las ardientes llamas de la ira que crecen y crecen hasta consumir mi razón.

¿¡Cómo puede ser tan hipócrita!?

Todo en mi se sacude.

¡Estuvo a punto de matarme por sus enfermizos celos!

¡Rodeó mi cuello con sus dedos, apretó hasta dejarme sin aire...

¿Cómo...

...

... Espera...

Mi respiración comienza a ralentizarse lentamente. Es como si las agitadas olas que se precipitan sobre las rocas de la costa se calmasen de repente. La espuma creada por los incesantes golpes se desvanece y el agua se vuelve clara y cristalina. Las llamas arden en mi interior, pero se mantienen estables y controladas.

Mis ojos ascienden dejando de mirar el suelo de forma perdida para clavarse en la pared agrietada varios metros hacia delante. Otro relámpago surca el cielo y, después, un segundo trueno hace a las paredes temblar mientras me incorporo.

— Tengo que darte el crédito que te mereces —mi voz se escucha fría a pesar del calor que asciende por mi pecho y que se arremolina en mi mente —. Ha sido un buen movimiento. Lástima que no haya funcionado.

Entonces, me doy la vuelta y la enfrento. La mujer, con su vestido cubierto de sucio polvo y su rostro manchado por la tinta corrida de su delineador, frunce el ceño mientras me observa en confusión.

— ¿De qué hablas? ¿Acaso no me crees? ¡Te aseguro que es cierto! Falcón Leveau me ha estado pagando por acostarme con él mientras fingía ser tú.

Uno de las esquinas de mi boca se eleva mostrando una inquietante sonrisa de medio lado.

— Oh, sí. Te creo.

— Entonces, ¿qué estás...

Ella estaba tan asustada cuando me reconoció en la estrecha callejuela adoquinada... Trató de huir y la única manera de acallar sus gritos fue dejándola inconsciente. En aquel instante pensé que sería imposible hacerla hablar, pero cuando despertó... confesó rápidamente a pesar de haberle pedido que se detuviese y, conducida por el shock y la rabia de su revelación, casi pierdo la razón.

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora