—Perdón por molestarlo, profesor, mejor regreso a clase —le dijo con apenas un hilo de voz. Ella pasó junto a Oscar sin verlo y tras ella Miguel lo veía con un gesto de reproche, sintió que las mejillas le ardían, debía hacer algo para salir del momento, irse sin decir nada cruzo fugazmente por su cabeza, pero definitivamente quedaría como un idiota, así que, abusando de su poca confianza entró en el aula haciendo sonar sus zapatos sobre el piso de cemento pulido recién encerado, se acercó a él con las manos en los bolsillos a punto de hablar, pero Miguel se adelantó.

— ¿Siempre eres tan oportuno? —le dijo fingiendo que revisaba unas listas que se hallaban desparramadas sobre su escritorio. Oscar agradeció el salvavidas que le había lanzado con su ironía. Aparto la silla y se sentó frente a él.

— ¿Qué es lo que le sucede a esa pobre niña? —le preguntó. Miguel dejó los papeles automáticamente, como si ya hubiera previsto todo, miro hacia la puerta por donde ella había salido hacia tan solo unos instantes y soltó un hondo suspiro.

—Problemas familiares; su padre es alcohólico, su madre igual, tiene tres hermanos menores y parece que la casera los quiere echar del cuarto que rentan. —Extendió las palmas sobre el escritorio y luego de una breve pausa retomó los papeles. Oscar apretó los labios y reclinó la cabeza viendo como la luz proveniente del corredor marcaba aún más el perfil del profesor Miguel.

— ¿Y tú que haces por aquí? —Le preguntó —según tengo entendido hoy no te toca dictar en la tarde. —Oscar volvió a sonrojarse y sintió un fugaz vértigo al verse descubierto. "Me quedé con la esperanza de poder verte a ti" "Quería hablar contigo", "no quería irme sin que charláramos al menos un rato" quería decirle, sin embargo imitó el gesto de su colega y, mirando hacia el corredor le respondió que el profesor Antenor lo había entretenido y se le pasó la noción del tiempo, él pareció algo divertido.

—Sí, hablar con Antenor suele tener esos efectos, además de, dolores de cabeza, frustración y ocasionalmente impulsos suicidas. —soltó de inmediato, Oscar se carcajeó fuertemente, a lo que Miguel se sorprendió ante su estruendosa risa y sonrió.

Se sentía más seguro, ahora que se encontraba allí, sentado frente a él, las palabras fluían y aquel escritorio que los separaba marcaba la distancia correcta para que ambos tuvieran la facilidad de continuar hablando sin la imperiosa necesidad de terminar de almorzar, llegar a su destino o culminar el trabajo, simplemente ambos se hallaban ahí, conversando sobre la último libro que había lanzado M. y lo lamentable que el libro de E. no hubiese recibido la misma atención, la luz disminuyó y cuando menos se dieron cuenta el timbre los interrumpió haciéndolos saltar sus asientos, Miguel recogió todos sus papeles y los acomodó dentro del portafolios algo maltratados que había apoyado contra la pared. Ambos se dispusieron a salir a medida que la escuela se desocupaba. Dejó pasar a Miguel primero, no podía evitar sentirse satisfecho con aquellos detalles, era un placer secreto que disfrutaba cada vez que tenía oportunidad, como dos días antes cuando prácticamente lo obligó a que lo dejase cargar los libros que se encontraba llevando para su clase desde la biblioteca o aquella noche en la que fueron a casa de Carlos, cuando se apresuró a abrirle la puerta del taxi.

Miguel por otro lado se hacía el desentendido a pesar de que estos pequeños momentos lo fastidiaban, en aquel instante, sin embargo no se resistió ante aquella muestra de "caballerosidad". No soportaba quedarse con el sinsabor de aquel gesto que en cubría una declaración más allá de la simple educación. Así que soltó el portafolio y tomándolo de las solapas de la chaqueta lo arrinconó hacia uno de los muros del aula. Oscar se hallaba completamente desprevenido cuando tuvo el rostro de Miguel tan cerca de él que veía sus narinas dilatarse ligeramente con su respiración, sus labios se rozaron y luego ambos terminaron besándose con tal intensidad que sintió su miembro despertar. Miguel dejó caer una de sus manos bajándolo desde su pecho hasta la hebilla de su cinturón, su tacto se hacía irresistible y se encontraba listo para bajarse la bragueta, no le importaba que la puerta estuviese aún abierta o que los pasillos se llenaban cada vez más de estudiantes ávidos por volver a casa. Anhelaba aquel contacto y en aquél instante era todo en lo que podía ocupar su cabeza.

La Ciudad de Polvo (novela Gay) Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin