II

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CDRY, 2007

Francisco sacó la llave de la cerradura desganado, contando los pasos para subir por las escaleras e ir a su casa. Arriba, el foco variaba su intensidad gradualmente siendo asediado por una polilla minúscula cuyo único indicio de su existencia era el sonido de su cuerpo estrellándose contra el bombillo

Abrió la puerta del humilde apartamento, la ducha corría y su hermano lo quedo observando desde el sofá.

—Mi ma' se está bañando —dijo mientras miraba el televisor (regalo de sus abuelos) — ¿ya vamos a cenar?

—Espera un momento—le dijo Franco—deja que me cambie para poner a hervir el agua.

"¡El pan está en la cocina!" escucho gritar a su madre mientras entraba a su cuarto. Adentro todo estaba como lo había dejado en la mañana, la ropa tirada sobre una silla negra con los resortes al aire, la cama sin tender con las sábanas y mantas revueltas, los bocetos que había realizado la noche anterior amontonados dentro de un folder crema sobre una cómoda y la pared de ladrillo expuesto, por alguna razón más húmeda que nunca.

Dejó caer la mochila sobre la cómoda y procedió a quitarse el suéter del uniforme y a desabotonarse la camisa, su pecho plano apareció contrastando con la camisa, le pareció grotesco. Prosiguió entonces a tirar la camisa sudada sobre la cama posándose esta sobre el diseño de las mantas cuyas formas geométricas adoptaban raras posiciones por los dobleces.

Algo no andaba bien —pensó —algo no cuadraba, y es que se sentía incómodo, como si algo se le hubiera quedado atravesado —no tendría por qué preocuparse tanto, ¿o sí? Después de todo, ya había hecho suficiente cogiendo del pescuezo a aquel tipo que intentaba asaltar a James, al menos había hecho más que todas las personas que se quedaron observando y solo atinaron a gritar.

Y, aun así, no era suficiente, y no se había quedado satisfecho con ver su aturdida cabeza subiendo al bus, con la mirada intentando parecer segura, pero con el andar delatándolo, se veía tan torpe, como un niño volviendo a casa solo por primera vez. Sin embargo, que tiene que ver él con eso, después de todo era solo un amigo de Diana, ya había hecho bastante. Ahora estaría en su casa (el agua, debía poner a hervir el agua) cenando tal vez o arropado en su cama intentando olvidar el incidente, ¿llorando del susto? No, no parecía del tipo que llora, lucía más bien como la clase de persona que se guarda para sí el susto y espera a que se desvanezca con el tiempo.

Alguien alza la voz en la sala, y él tiene a James en los ojos, Diana se convierte entonces solo en un nexo, en una conexión entre ambos una unión que los ha acercado sin intención, pero Diana es su novia —pensó —y ¿qué tiene que ver James en todo esto?

Más allá de sus ojos grandes y curiosos, sus labios delgados, el cabello lacio cayéndole sobre las orejas, el andar suave, como si flotara en todo momento perdido en una nube de ensoñación, palpable solo cuando hablaba, reflejada en su mirada, expresada en sus gestos. ¡Que tendría que haber hecho! ¡Que más pudo haber hecho! además de golpear aquél tipo quien sólo corrió hacia la oscuridad, a esa pampa negra por la noche que parecía extenderse hasta el horizonte, pero que no tenía ni media hectárea de profundidad.

Y ahora, debía poner a hervir el agua para el lonche, debía poner la mesa antes de que su madre termine de bañarse, no se enfadaría si ella misma lo hiciera, pero prefería hacerlo él, porque con cosas pequeñas también se ayuda, con gestos pequeños se reflejan grandes cosas, o al menos así lo decía su abuelo, no es que supiera mucho de ayudar en la casa, de hecho nunca lo vio lavar un solo plato, pero bien, eso no viene al caso. Cogió una polera gastada, se puso los pantalones delgados de algodón que usaba en casa y salió a servir la cena. Ollas, cacharros, las tres tazas ya estaban alineadas, el café servido, los cubiertos puestos y la pata de la mesa nivelada. El humo de la tetera no dejaba de ascender, incluso cuando ya se encontraban sentados y Arturo remojaba el pan dentro de la taza. No conversaban, solo veían la televisión ensimismados en la telenovela de las ocho, con la vista fija en la pantalla y la cabeza repasando en segundo plano lo que debían de llevar a cabo el día siguiente.

La Ciudad de Polvo (novela Gay) Where stories live. Discover now