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Ciudad de los Reyes, 2007

Qué hacer, qué decir cuando uno se encuentra en una posición como aquella, mirando a todos sus conocidos prolijamente sentados con los nudillos bamboleando sobre el púlpito mientras las yemas de sus dedos recorrían el papel recién impreso, como intentando leer en braille y así poder repasar el contenido de la hoja —caliente por el sol que entraba por los vitrales—una vez más.

Comenzó entonces, haciendo un esfuerzo sobrehumano para poder impostar la voz lo más posible, y lo cierto era que no le importaba sonar más masculino; no, ya había superado sus complejos debido a su voz aflautada, sin embargo, la falta de un micrófono hacia casi imposible que todos en la capilla de la escuela lo oyeran.

En la primera fila los profesores en traje se frotaban las manos o miraban discretamente sus teléfonos, expresando, con algún leve asentimiento o un gesto con los labios que escuchaban y respaldaban lo que James repetía al frente de todos. Y no era; claro, que no lo sintieran, más aún, cada vez que su vista se enfocaba en el cajón reluciente de caoba pulida le daba una sensación rara en el estómago.

Quién imaginaría que la hermana María estuviera ahí, recostada sobre aquella cama de rosas blancas coronada por arreglos florales que llenaban la capilla de olor a cementerio. Así que prosiguió, recordando un par de anécdotas sobre la anciana profesora, su manía de lamerse la punta del índice y el pulgar para pasar cada página de un libro, el chasquido que hacía con su boca cada vez que se encontraba aburrida, su afiladísima lengua, tan conocida a lo largo del distrito; pero, sobre todo, su férreo apego a las causas justas. Una cualidad muy resaltante en verdad, y que hacía de remate para la última parte del discurso, sin embargo, James no podía dejar de pensar en que aquella no era por lo cual recordaría a la Hna. María.

Es cierto, era una mujer que siempre seguía sus principios, fiel a lo correcto que se encaminaba a través de sus acciones, ni una vez aprobó a algún estudiante que realmente no haya cursado alguna de las materias que dictaba satisfactoriamente, razón por la que muchos la tenían por severa. Y, sin embargo, había algo que la hacía resaltar por sobre los otros profesores y religiosas que enseñaban en aquella rancia escuela de altos techos y extensos jardines donde usualmente la amplitud del espacio se contraponía con las estrechas mentes de sus estudiantes y profesores.

La anciana religiosa era la excepción, usualmente comenzaba su clase con el seguro tono del que maneja el tema a perfección, pero con la prudencia del que más allá de buscar adoctrinar a sus interlocutores, buscaba establecer un diálogo, buscaba con la mirada cansada por los años los ojos de sus alumnos y con cada pestañeo parecía que decía ¡vamos, pregunten!

Siempre se mantenía dispuesta a debatir temas en clase, así estos vayan en contra de lo que dice la biblia y el cristianismo en general, cuya efigie los vigilaba atenta sobre la pizarra como resguardando que todo siguiera en orden. Pero la Hna. María se paraba frente al salón y era como si un manto cubriera el crucifijo y el veto de todas las cuestiones que fuera de clase podían ser consideradas tabú, se disolvían con el sonido de las palmeras siendo mecidas por el viento y los pájaros pasándose en el balcón que a su vez servía de corredor principal.

Dio por finalizado el discurso y todos sus compañeros se pusieron de pie y aplaudieron, los profesores, el director y sub director se acercaron al frente y luego de saludar a su auxiliar, quien lo felicitó con una ligera sonrisa en los labios, busco con la vista a Diana y Fred. Las dos filas de largas bancas de madera se perdían varios metros hasta la puerta principal de la capilla, y ahora el director empezaba a hablar; el profesor Manuel quien se encontraba en el extremo más cercano a él le hizo una seña para que fuera a sentarse, pero el sol de la tarde había llegado hasta el cajón haciendo brillar de forma casi dolorosa las rosas blancas, iluminando el féretro como una aureola.

La Ciudad de Polvo (novela Gay) حيث تعيش القصص. اكتشف الآن