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Fred estaba envuelto del murmullo de sus compañeros de clase que conversaban despreocupadamente mientras el profesor de aritmética escribía ensimismado en su pizarra. Todo era tan confuso, los números no tenían sentido ¡nada lo tenía! Y eso era extraño, jamás había tenido problemas con las matemáticas (Al menos hasta que él llegó)

El sonido del repique de su lápiz contra su carpeta atravesaba el murmullo de las voces. Como el tiempo puede llegar a ser tan cambiante—pensó mirando el reloj —, algunas veces pasando desapercibido, como si caminara en puntillas, como bailando; mientras otras veces, se arrastraba agonizante por el espacio...asesinando lentamente a los pacientes y estirando la percepción de cada minuto, cada segundo, un chasquido y otro vistazo al reloj, dos minutos y faltaban veinte más, diez más, y así, una espera de nunca acabar, un día más. En estos momentos fue que Fred se percató de una diminuta mancha en la esquina izquierda de su carpeta, y que más abajo, escrito con corrector decía "El alcólico del director chupa pija" y que a alcohólico le faltaba una "o" y una "h".

Debería haberse acostumbrado, era la misma rutina de todos los viernes, todos los viernes desde hace un año y medio. Esperar con el corazón en la boca a la última asignatura de la semana, su favorita, porque martes solo lo veía una hora, y tan solo redactaban algún trabajo, pero los viernes él hablaba, y todo el salón parecía animarse, todos parecían hacer una pausa en su usual mal humor, en el habitual desinterés general por todo.

Se encontraba tan concentrado en sus cavilaciones que no se percató el momento en que James salió del salón, y menos cuando Diana ocupó su lugar.

La corpulenta muchacha lo quedo observando, como esperando que este dijera algo mientras ella se acomodaba los risos que le caían húmedos en la frente, adoptó una pose intimidante, acercándose más a él, al punto de percatarse de los detalles más ínfimos de su rostro (Fred seguía mirando a otro lado) Diana optó por hablar primero.

– ¿En qué piensas?–preguntó mientras abría mucho los ojos, como suplicando por atención.

Fred se tardó unos segundos en contestar, parpadeo un par de veces, evaluando lo que iba a decir y simplemente soltó dos palabras.

–En nada. – para luego volver a perderse la pared de ladrillos, como si fuera el punto focal más interesante del mundo.

Diana podía llegar a ser algo irritante a veces, en aquellos momentos recordaba cuando solo eran él y James, desde la escuela primaria, año tras año, tapándose las travesuras; James tapándole las metidas de pata (Soltó una ligera sonrisa) y entonces entraron a la escuela secundaria, allí fue donde ella apareció.

Desde un comienzo le pareció la persona más engreída que había conocido, pero como era de costumbre su inseparable amigo lo arrastro hacia ella. Ambos congeniaron desde el comienzo. A pesar de que no eran tan cercanos como James y él, con el pasar de los meses terminó imponiéndose entre ambos y tardó aún un par de años para que los tres hallaran un estado de equilibrio, sabía que, de los tres, James era el más consciente en cuanto a este tema.

Cinco años habían pasado desde el fatídico primer encuentro y aun no comprendía como hacía para soportar aquella chica cuyos únicos temas de conversación eran los aburridísimos sucesos de su vida y los banales chismes del colegio. Realmente una de las más grandes cualidades de James era el tolerar toda clase de gente, por más ególatras o aburridos que sean. Y esto no por falta de carácter o baja autoestima como alguna vez en medio de una discusión le increpó. Sabía que era mentira, porque decir que los toleraba era bastante injusto, él simplemente parecía ser inmune al tedio, parecía sentirse fascinado por descubrir algo más, él porqué tal persona hablaba de tal manera o qué quería decir haciendo mención de algo en particular, bromeando con un determinado asunto, o simplemente quedando en silencio. Tenía un ojo clínico para esas cosas, algo casi sobrenatural. Se preguntaba qué pensaría de Diana en lo profundo de su cabeza, detrás de aquella sonrisa condescendiente y su disposición a charlar sin la menor prisa.

La Ciudad de Polvo (novela Gay) Where stories live. Discover now