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Me aproximé a su vagina y nuevamente excitado comencé a chupársela, usando mis dedos y mi lengua para penetrarla una y otra vez. Sus flujos crecían cada vez mas y se fueron acumulando en ella, a la que recorrí completa para sorberme sus líquidos y los restos de mi semen. Gemía mientras le retorcía los pezones y le dije que me hablara. No se por qué razón, pero oírla hablar en esa forma tan desinhibida que tenía me generaba una excitación tremenda.

Que bien me la estás chupando. Chupame mas que me gusta sentir tu lengua y tu dedos adentro.

Seguí como desquiciado metiéndome dentro de ella. Se movía sobre mi cara y sentía su olor riquísimo y embriagador que gocé en cada exhalación. Tenía la polla durísima, muy rígida, con los huevos hinchados pidiendo descargar.

Metémela ahora, porfavor.

Y ahora si, con toda la furia, como un animal, me metí dentro de ella sin que pudiera pensar, solo le hice ver todo lo que me generaba, era la primera mujer que había logrado hacerme sentir como una especie de animalito caliente sin mente, en busca del solo y mas absoluto placer, no empañado por nada racional, librado a sus propios instintos. La sentí recibirme arqueándose, gritándome al oído, desencajada, jadeando y gimiendo, poseyéndome con sus piernas, uniéndose y acompañando tan deliciosamente mi envestidas que entendí que ella también había dejado su razón de lado. Nos bombeamos los dos intensamente, en un traqueteo mutuo y apasionado, agarrados a nuestras carnes, como si quisiéramos comernos vivos acabando ella primero y yo después en orgasmos sentidos y ampliamente disfrutados.

Durante un buen rato quedamos en silencio hasta que empecé a vestirme para irme a casa:

Lo pasé muy bien.

Yo también.

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