29. Modificar la casa

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Kyle

Ya lo sabía, no quería escuchar esas hirientes palabras. Encima sonríe diciendo que no me ama. Eso me duele en lo más profundo de mi ser.

Miro el cuchillo que está a nuestro costado y lo agarro, lo apoyo otra vez en su cuello.

—Quédate quieta —le ordeno y la tomo del brazo para levantarla del piso. Observo que su pie está hinchado por correr —. Mira lo que has hecho.

—Lo dice el que lo golpea siempre —me recrimina —quieres deshacerte de este —Frunce el ceño.

Sonrío.

—¿Qué dices? No intento arruinar tu hermosa figura, tu pie solo es una ventaja, pero jamás lo rompería.

—Déjame —Tironea del brazo el cual sostengo y hago fuerza con este para no soltarla —¡Ay! Maldito desgraciado ¿Qué quieres? —Se detiene por el dolor.

—Que te quedes quieta, ya te lo dije —Apoyo la punta del cuchillo en su barbilla y hablo con un gesto serio —ahora voy a ordenar un poco el desastre que hiciste, más te vale comportarte, tengo que modificar la casa.

—Modificar... ¿La casa? —expresa confundida.

—Sí —Levanto una ceja —¿O acaso pensabas que iba a dejar objetos que te sirvan para matarme cerca de ti? —Vuelvo a sonreír —Vamos a cambiar algunas reglas de convivencia ahora mismo.

—¡No voy a vivir más contigo, imbécil! —me grita.

—Eso no lo decides tú.

La hago caminar y abro un cajón del mueble, de este saco de un compartimento oculto una soga.

—¿Qué... —pregunta nerviosa —¿Qué crees que haces?

—No voy a dejarte suelta por ahí, mientras ordeno la casa, piensa un poco, Dasha —le aclaro porque parece que no entiende —. Creí que eras más inteligente —opino mientras dejo el cuchillo sobre el mueble y le ato las manos a una de las barandas, dejándola sentada en el suelo —. Ahora regreso, cariño —Le doy un leve beso en la frente y voy en dirección a la escalera.

—¡No me dejes aquí, desgraciado! —me grita de nuevo mientras forcejea con sus ataduras —¡Regresa, te mataré, infeliz!

Al llegar a la planta baja, voy a la cocina, saco todos los cuchillos de allí, los pongo en un cajón diferente. Camino al baño y agarro los medicamentos del mueble, escondiendolos también. Reviso todas las trampillas de los pasillos y encuentro las armas de Dasha. Subo las escaleras, la ignoro, y reviso todas las habitaciones restantes.

Perfecto, creo que tengo todo.

Regreso hasta mi esposa que sigue forcejeando con las sogas y le sonrío.

—¿Tarde mucho? ¿Me extrañaste?

—¿Por qué no te mueres? —Continua tratándome mal, pero yo ignoro su acotación.

—¿Sabés? Volveremos a usar la habitación de arriba, prefiero que te cueste más bajar las escaleras —Le cuento mientras desato sus manos solo de las barandas, ya que por ahora prefiero mantenerla atada, la ayudo a levantarse y ella forcejea, así que la alzo hasta mi hombro —. Cálmate un poco —me quejo.

—¡Bájame, imbécil!

—Tercera vez que me gritas, no estamos mejorando —opino.

—¿Y quieres que te felicité? —expresa con ironía y me río.

—Tienes razón.

Apoyo a Dasha en la cama del cuarto de arriba, le ato las manos allí, y luego salgo de la pieza, para ir a buscar las sábanas que están en la otra habitación matrimonial.

Su último marido (R#8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora