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Cuando cumplí once años, un juego de llaves fue mi regalo.

—Aprenderás a ser responsable, Simon —anunció mi padre, y yo me emocioné sobremanera.

Me sentía ya todo un hombre.

Iba a poder regresar solo de la escuela y quedarme en casa en las tardes. Todavía tendría que ir a comer con la señora Abbot, pero ya no estaba obligado a permanecer con ella y su malhumor toda la tarde.

Un frío día de diciembreWhere stories live. Discover now