D i e z

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Y las cosas cambiaron, pero no como yo esperaba.

Dejé de ir a la guardería, es cierto. Pero ahora la señora Abbot, nuestra vecina, sería quien me cuidaría. Desde los siete hasta los diez años, la anciana mujer me recogió de la escuela de lunes a viernes y me mantuvo bajo su ojo vigilante hasta que mis padres me recogían a las siete. Era estricta conmigo, sobre todo cuando nadie miraba.

Yo no le gustaba mucho y ella tampoco a mí. 

Papá y mamá no me creyeron cuando se los conté.

Un frío día de diciembreWhere stories live. Discover now