「 Ennoshita Chikara 」

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Había salido bastante tarde del instituto debido al largo entrenamiento que habían tenido ese día, a tan solo una semana de un importante partido. Tenía pocas posibilidades de participar, pero no iba a volver a rendirse. No iba a tropezar dos veces con la misma piedra.

Las calles de Miyagi estaban poco iluminadas a esas horas, pero bien sabía que había poco peligro por la zona en la que caminaba hacia su casa, y no tenía pensado cortar camino por algún callejón demasiado oscuro. Había leído lo suficiente como para saber que, justo en esos lugares, ocurrían todos los problemas de dichos libros.

Le dio un pequeño escalofrío involuntario al imaginar qué clase de cosas podrían pasar, pero sacudió la cabeza y siguió caminando, borrando esos pensamientos.

Pero la tranquilidad duró poco al escuchar un golpe metálico. Dio un saltito y se quedó quieto, sin volver a escucharlo pero sabiendo que estaba cerca de él. El sonido de un spray fue lo siguiente que llegó a sus oídos.

Tragó en seco y miró a su derecha.

Se habría asustado más de haber sido otra cosa, pero eso no evitó que diese un pequeño salto al ver a esa chica grafiteando una pared algo sucia. Inconsciente le prestó más atención a la pintura, que aún no era nada en concreto y se basaba en unos bordes negros sin nada en el centro.
El sonido del spry dejó de oírse y miró a la chica, que le devolvió el gesto a través de la oscuridad.

Lo había visto, obviamente.

Ennoshita se aferró a su mochila mientras la chica lo observaba, sin moverse. Se sentía un poco tonto en esa situación, pero su lado miedoso no parecía querer irse para poder irse lejos, muy lejos de ese lugar—y esa chica.

Volvió a la realidad cuando escuchó sus pasos acercándose lentamente, a un ritmo que a Chikara le pareció agonizante. La dicha joven llevaba una gorra, por lo que no vio bien su cara cuando se peró frente a él, pero pudo oler un aroma a moras que no lo dejó indiferente. Olfateó el aire discretamente, relajándose.

—Eh—dijo la chica de repente, haciendo que el castaño la mirara un poco sorprendido. Su voz era un poco grave y firme, pero suave al mismo tiempo—, tú no has visto nada, ¿vale?

Chikara asintió, sabiendo que, en ese momento, no era muy prudente ser un buen ciudadano y seguir las leyes. No pasaba nada, se dijo, un error se le pasa a cualquiera, además, solo era pintura. La chica también asintió, levantando un poco la cabeza y dejando que la pobre luz de una solitaria farola iluminara sus rasgos.

Lo primero que Ennoshita vio fueron los tres lunares que tenía en la mejilla derecha, cerca del ojo; parecían una mini constelación, y le parecieron muy bonitos. Lo siguiente en lo que se fijó fueron sus labios, que se habían curvado en una maliciosa sonrisa de lado que le daba escalofríos.
Sus ojos grises brillaban con picardía, y el chico tragó en seco.

—Hm, te lo puedo dejar pasar, pero me debes un café—dijo ella—. Tráelo mañana a la misma hora, aquí—aclaró y le dio la espalda al pobre Ennoshita, que aún lo estaba procesando todo—. Ahora fuera, vete.

Recogió el spry y, casi sin ruido, desapareció en un callejon.

Chikara volvió a respirar después de unos minutos.

Sin muchas más opciones, caminó hacia delante para poder llegar por fin a su casa.

Había sido una noche muy rara.

Haikyuu!! One-Shot'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora