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Capítulo 21

CUARTA PARTE MARATÓN

KAI

—¡No pienso dejar que pagues todo eso! Ni de broma —dice enfadada y tira de la pila de ropa para volver a colocarla en las estanterías.

Llevo media puta hora intentando hacerla entrar en razón. La he llevado a un montón de tiendas y llevamos ya unas diez bolsas en el coche, y se niega a comprar nada más.

—Todo lo que se ha probado, nos lo llevamos —le digo a la dependienta, que me mira con los ojos muy abiertos.

—¿Está usted seguro? —frunce su ceño y mira la gran pila de ropa.

Asiento y ella empieza a meter la ropa en bolsas mientras paso la tarjeta por el datáfono.

—No, no, no, ni de broma —intenta detenerla poniendo su mano entre la ropa y las manos de la dependienta —, por favor, señorita, pare. No nos vamos a llevar todo esto. Lo siento mucho pero... —no la dejo acabar, me la cargo al hombro como un saco de patatas y cojo las bolsas con la otra mano.

—Gracias —digo antes de salir.

—¡Bájame! —protesta —Vives en la Edad Media ¡no puedes ser así!

La gente de la calle nos mira. Algunos se ríen y otros abren la boca. En fin, me la suda.

—¡Bájame, Kai! Ya está, ya lo has comprado, ahora bajame —pide sin dejar de patalear.

La bajo con cuidado y me empuja, aunque no me muevo ni un milímetro.

—¡Eres un animal! Por favor, qué vergüenza. Nos está mirando todo el mundo —tira de mi mano hacia el coche.

—Pues deja que te compre lo que me dé la gana. No es tan difícil, sólo tienes que darme las gracias y sonreír cada vez que suene el datáfono.

Abre la puerta de atrás del coche y me señala las bolsas:

—Todo esto —dice con las manos levantadas —lo vas a tener que devolver. No pienso ponerme nada.

—Jade..., no me hagas enfadar. Móntate en el coche y déjate de tonterías. 

Ella obedece aún enfurruñada y se acomoda en el asiento del copiloto.

—¿Puedo preguntarte algo?

—¿No es lo que haces siempre? —sonrío.

—A ver... ¿de dónde sacas tanto dinero? —pregunta cruzada de brazos. Me jugaría el cuello a que cree que soy un narcotraficante o algo por el estilo.

—Es heredado —le explico.

—Oh...

—Mi madre perteneció a una familia muy rica y mi padre... bueno, vivió un montón de años así que supongo que tuvo tiempo para ahorrar e invertir —el dinero es lo único bueno que pudo dejarme mi padre.