Capitulo 01

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 Así como dijo el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En el Edén, jardín de Dios, vivías... Como un querubín protector yo te había puesto en el monte santo de Dios, y caminabas entre brasas ardientes. Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Te llenaste de violencia y pecaste; y yo te he arrojado del monte de Dios; y te he destruido...

Ezequiel 28:12

"Hay una ventaja en ir con los malos en esta versión moderna del gobierno en la guerra entre indios y vaqueros", pensó Camila cabello mientras guiaba suavemente su nuevo Porsche Boxster y se deslizaba con facilidad fuera del congestionado tráfico de Miami. "Consigues los juguetes que más te gustan". El auto era totalmente nuevo, recién sacado del concesionario, pagado con los dólares duramente ganados a unos traficantes de drogas colombianos a los que había engañado unas semanas atrás. De todas formas, eran unos amateurs, un grupo de idiotas recién llegados que intentaban abrirse camino en el negocio precipitadamente, con unos kilos de farlopa y algunas Glock 9mm.

"Evidentemente no entendieron la parte organizada del crimen organizado", bufó Camila recordando a los hombres que al principio pensaron que podían fanfarronear ante ella y después, cuando eso no funcionó, obligarla a punta de pistola a hacer un trato. Uno de ellos se asfixió hasta la muerte después de que le aplastara la laringe con un codazo bien colocado. El otro cayó de rodillas suplicando cuando vio el destino de su amigo. Una rápida bala en la cabeza terminó con sus ruegos de clemencia.

El proveedor colombiano, afortunadamente para él, era un hombre de visión amplia que había cambiado tranquilamente su lealtad (y sus productos) a la dirección de Camila.

"Debe ser alguna extraña mutación darwiniana", musitó al tiempo que tomaba la larga extensión de la carretera oceánica de camino a casa. "Supervivencia de los más implacables. Ya no hay lugar para la virtud... al final todo queda en la capacidad de hacer lo que hay que hacer. Y esos bastardos no eran capaces". Sus irritados pensamientos permanecían a ratos en la vista panorámica a su derecha, largas extensiones de exóticas casas bordeando un océano increíblemente azul, en dirección hacia la sangrienta caída del sol a su izquierda. Anillos desiguales, rojo dorado, marcaban el cielo crepuscular, dando paso a la escena del atardecer antinatural de la Ciudad de Neón. Su Miami sólo cobraba auténtica vida una vez la noche había ascendido, cuando la gente equivocadamente parecía creer que sus transgresiones eran, si no aceptables, al menos invisibles. En cierto modo, Camila era como el guardián de su corrupción. Cada vez que ella entraba en una habitación, su presencia evocaba recuerdos primarios de los siete pecados capitales en aquellos que la miraban.

Camila cabello apenas había pasado su treinta cumpleaños pero había un sentido atemporal de seguridad en el modo en el que se movía. Era elegante, con una sofisticada apariencia civilizada y que, aun así, no podía ocultar la violenta energía que constituía su esencia. Enfrentados a los firmes planos de sus mejillas, la plenitud de su cabello castaño y el seductor índigo de sus ojos; mucha gente se quedaba sin habla. Los más listos, sin embargo, nunca olvidaban la mente astuta que vibraba tras esos ojitos marrones.

"La presentación lo es todo...", Camila recordaba vagamente decir a su madre. Aunque el tiempo había vaciado de todo sentido tanto a su madre como a la mayoría de sus opiniones, cada vez que Camila participaba en un acto social, inevitablemente recordaba sus incesantes discursos sobre el tema. Sinu, la cadencia implacable de su voz elevada en oración o con rabia, eran como mucho, los únicos recuerdos que quedaban de la infancia de Camila. Y esas eran precisamente las cosas que había dejado atrás la última vez que salió por la puerta de la casa de su madre. Quince años después, aquellos sermones sobre maneras, educación y apariencia que había hecho todo lo posible por ignorar, ahora resultaban muy útiles. Camila podía sentarse en una mesa con elegancia, conversar sobre arte y literatura con erudición, y llevar vestidos de alta costura con tanto estilo que habría hecho llorar de celos a una modelo profesional. Por desgracia, todo era al servicio de un sombrío y sangriento negocio que habría helado el alma ignorante de su madre.

Lucifer | | CamrenWhere stories live. Discover now