Capítulo 8: La vida en la superficie

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    — ... los caracoles que se esconden bajo las piedras. Les gustan los lugares oscuros y secos, pero a veces también los encontramos a plena luz del sol, cuando buscan comida. Son bastante grandes, pero son muy lentos. Además, ya sabes... ahora que no hay depredadores podemos aprovechar nuestras habilidades en otras cosas. ¿Me creerías que es más difícil aplastar a los caracoles que a los escorpiones del desierto? Claro que no tienes que cuidarte del veneno, pero de todas formas son muy duros por fuera. En fin, cuando tenemos suficientes caracoles los colocamos sobre una piedra plana y los golpeamos con otra hasta dejarlos completamente hechos polvo. Tiene que ser un polvo muy fino, si quedan trozos grandes la pintura no funcionará. La piedra debe ser plana para poder recolectarlo. ¿Te conté ya lo que pasó la primera vez que trituramos un caracol? Pues pasó que Lena estaba tomando una siesta cuando...

    Tesma hablaba con rapidez, como temiendo que en algún momento olvidara lo que estaba diciendo, o que Timón desapareciera, a pesar de lo mucho que a veces se desviaba del tema. Llevaba todo el camino de regreso a la colonia hablando sobre la pintura que habían aprendido a preparar y, a pesar de eso, aún no explicaba ni la mitad del proceso.

    Timón escuchaba atentamente todo lo que decía. No era de los que amaban el parloteo de los demás, pero al tratarse de Tesma, y su deseo de enmendar las cosas con ella, hizo una excepción. Además, acababa de ver el mural del que con tanta pasión hablaba, y era verdaderamente algo espectacular.

    La ladera que le había comentado la noche anterior formaba parte de un pequeño risco rocoso que se encontraba a unos pocos minutos de su asentamiento. Con ayuda de su equipo de trabajo habían pulido las asperezas e irregularidades de la piedra hasta dejarla apta para el mural. Era tan alta que Timón calculaba que media casi cinco veces si propia talla, y tan larga que si se paraba frente a uno de los extremos podía dar veinticinco pasos antes de llegar al otro. Habían empezado a pintar del lado izquierdo con, lo que el suricato creía, era la primera familia de suricatas que había iniciado la colonia. Lo cierto era que Timón no sabía nada de historia ni le interesaba particularmente, pero el trabajo de Tesma le preció tan colorido y bien realizado que pronto se descubrió a si mismo preguntando sobre cada pasaje plasmado en la roca.

    Tan pronto como Tesma terminó de trazar la silueta de Timón en el sitio que quería, dejó a cargo a sus compañeros para terminar la pintura y se ofreció a acompañar a Timón a ver el resto de su nuevo poblado.

    — Es un proceso tardado terminar con la pintura — le había dicho. — Si te quedas te aburrirás, y no quiero hacerte perder tiempo. Aún te falta mucho por ver, y sólo estarás aquí unos días.

    Y así fue como terminaron por volver a la colonia.

    Tesma seguía sin terminar de explicar la producción de las pinturas cuando se encontraron con algo que llamó su atención. Dejó la oración y la historia del primer caracol triturado sin terminar y, con la mirada fija sobre uno de los costados del sendero, se quedó quieta.

    — ¿Pasa algo? — preguntó Timón.

    — Ven, hay algo por aquí que quiero que veas — dijo ella.

    Luego se adentró en la maleza que bordeaba el camino, y él la siguió. Las plantas de la selva crecían tan juntas unas con otras que era imposible atravesar el terreno sin aplastar a las más pequeñas o quedarse enredado con las ramas de las más espesas. Tesma caminaba muy rápido, y Timón, acostumbrado ya a las llanuras despejadas de Las Praderas, poco a poco quedó rezagado.

    — Tesma — llamó, sin obtener respuesta,

    Un segundo después se golpeó el pie contra alguna piedrecilla perdida y cayó de bruces sobre un pequeño arbusto. Se levantó en el acto al percatarse que había llegado a un segundo sendero y Tesma estaba parada frente a él.

Once Upon a Timón - ESPAÑOLOn viuen les histories. Descobreix ara