Capítulo 6: Nudo en la garganta

85 5 3
                                    

    Tay hablaba demasiado, todo sobre sí mismo, pero eso no fue impedimento para que Timón y Pumba pudiesen llegar a dormir a una buena hora.

    El sitio donde se les condujo era demasiado pequeño para ambos, puesto que nadie había informado a la colonia que el mejor amigo de Timón no era otro suricato sino un jabalí varias veces el tamaño de la guarida ofrecida, de tal suerte que los dos amigos optaron por caminar hasta su vieja cama: un nicho formado por las raíces de un árbol y revestido con hojas para acolchonarlo.

    Les llevó unos minutos extra llegar hasta el nicho, pero les fue reconfortante volver a ver ese lugar. Era como viajar en el tiempo, a una época donde eran sólo ellos y sus dos hijos adoptivos. La vida era tan sencilla entonces...

    Estaban tan cansados que con sólo miradas se dieron a entender mutuamente que debían dar una sacudida al nicho antes de dormir. Mientras Pumba se deshizo del polvo y las hojas secas, Timón fue en busca de hierba fresca.

    Era una alivio para ambos que el lugar estuviese lo suficientemente lejos de la colonia como para que el ajetreo de los suricatos se perdiera entre la espesura de la selva. Todo cuanto pedían eran unas pocas horas de paz.

    Pumba tenía aún muchas preguntas que hacer a su amigo. Apenas pusieron un pie en el lugar, detectó algo raro en él, mucho más raro de lo que ya de por sí esperaba. Y eso le preocupaba.

    ¿Ese Tay que los había acompañado era el mismo Tay de los relatos de su amigo? ¿Quiénes eran los suricatos que los habían recibido? ¿Estaría Tesma mañana en la fiesta? ¿Y de ser así, cómo reaccionaría Timón?

    El jabalí deseaba poder ser de ayuda... pero poco podía hacer si el suricato no quería dicha ayuda.

    Limpió el nicho en silencio, a la espera de que Timón retomara la conversación que habían tenido esa mañana. Pero tal cosa nunca sucedió. Aún con algo de esperanza, Pumba hizo tiempo limpiando también los alrededores del nicho, fingiendo buscar algo entre las plantas cercanas y tomando mil posiciones en la cama argumentando no encontrar una cómoda.

    Al final, el ceño fruncido de Timón, sus brazos cruzados sobre el pecho y ese tamborileó impaciente con la pata derecha le hicieron entender que no habría pláticas esa noche.

    El jabalí encontró por fin la forma adecuada de acomodar su cuerpo entre las raíces. Y cuando estaba a punto de hablar para abordar el tema, Timón saltó sobre él y se recostó dándole la espalda.

    — Descansa — dijo el suricato una vez hecho un ovillo sobre el estómago de su compañero.

     Pumba dudó un momento si debía hablar. Estaba consiente de cómo debía estar pasándola Timón, ¿sería buena idea insistir en hablarlo? Estaban a punto de ir a dormir, y seguro al día siguiente no habría tiempo de nada.

    Pero estaban tan cansados...

    — Que aparezcan pulgas en tus sueños — respondió al fin.

    Y fueron las últimas palabras que cruzaron en la noche.

Once Upon a Timón - ESPAÑOLWhere stories live. Discover now