Capítulo 9: Los pétalos de la flor

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Cuando Tesma se detuvo, estaban frente a una colosal estructura. Timón apenas podía creer lo que veía.

Aquella casa era diferente a las que habían visitado antes.

A diferencia de las anteriores, esa estaba ubicada en la parte más alta de un peñasco con vista a la colonia. Varios metros más abajo estaba el lago principal, y al rededor podían reconocerse las casitas que Timón había visto la noche anterior durante la fiesta.

El tamaño también era una característica destacable. Era casi tan grande como los nidos de termitas que el suricato había visto durante sus años viviendo en la selva, y de un aspecto muy similar. Si bien el barro con el que estaba construido lucía mucho más liso y refinado que el de los nidos, tenía varias torres, igual que estos, que se alzaban casi dos metros por encima de la base cuadrada de la estructura. Estas eran considerablemente más anchas que las torres construidas por las termitas, y muchas tenían puentes construidos con lianas que las comunicaban unas con otras.

La base, como ya se dijo, era cuadrada, y el techo estaba formado por una serie corrida de pirámides cuadrangulares. Tenía varias ramas surcando a lo largo y ancho de dichas pirámides, fungiendo como vigas, que sobresalían del barro y podían verse desde afuera. Todo el conjunto estaba bardado por un muro del arcilla, cuyo extremo superior imitaba el techo de la base.

— ¿También fue idea de Basu? — preguntó Timón.

— No. Esto fue idea de todos. Aquí vivimos papá y yo. Es como... nuestro castillo. ¿Quieres verlo por dentro?

Timón ni siquiera tuvo necesidad de responder. Tesma volvió a tomarlo de la mano y lo llevó trotando hasta la puertas de la construcción. El suricato apenas tenía oportunidad de seguirle el paso, cuidar no tropezar con nada y observar el interior del lugar todo al mismo tiempo.

Por dentro era aún más sorprendente. Las vigas de madera podían verse al pasar debajo de las pirámides, que resultaron estar huecas. La decoración era escasa, si a caso unas pocas escultura maltrechas de barro. El ambiente era fresco, y a medida que se internaban en él la temperatura descendía más.

La hembra lo llevó por cada pasillo y recoveco que encontraban a su paso, explicando rápidamente y con emoción, como sólo Tesma podía explicar, la función para la que se destinaba cada uno. En el trayecto se encontraron con algunos suricatos limpiando el lugar, o moviendo materiales de sitio, pero apenas les prestaron atención.

— Ese es el jardín que construimos en honor a mamá — explicó Tesma cuando pasaron frente a una puertecita que daba al exterior. Timón no tuvo tiempo suficiente de apreciar las bellas flores y enredaderas que ahí cultivaban. — Y de este lado guardamos la comida. Todos los días alguien trae insectos hasta acá y se encarga de sazonarlos antes de dárselos a papá. La selva está llena de plantas de olor, ¿sabías? Supongo que sí, viviste aquí más tiempo que nosotros y... ¡oh! Aquí es donde solemos comer. Generalmente sólo somos papá y yo. Y este pasillo lleva a un túnel subterráneo, como los de antes. Papá duerme aquí abajo. Dice que le gustan más los túneles, a la vieja escuela, y creo que siguen sin gustarle las ideas de Basu. Tal vez ya nunca lo haga.

— ¿Y que hay de Tay? — se atrevió a preguntar el suricato. — Supe que ustedes estaban comprometidos. Él... ¿vive aquí también?

Las facciones de Tesma se volvieron serias de repente, casi tristes.

— No, aún no — dijo al cabo de unos segundos. — Lo hará después de la boda.

— Y... ¿eso cuándo será?

— En cinco días   — suspiró.

A Timón le sorprendió ver la reacción de ella, no era la que se esperaría de una futura novia. Al notarla incómoda, decidió cambiar el tema de la conversación.

Once Upon a Timón - ESPAÑOLWhere stories live. Discover now