Capítulo 5: La comunidad de la selva

84 7 0
                                    

    Desde el desierto, la selva se veía tal y como Timón y Pumba la habían dejado antes de corren en auxilio de Simba, hacía algunos años. Sin embargo, a medida que se acercaban, ambos pudieron percatarse de los cambios que había sufrido el lugar desde la última vez que estuvieran ahí.

    Lo primero que saltó su atención fue el claro bullicio de voces. Si la colonia de suricatos ya era numerosa en su antiguo y apretado hogar, el tener más espacio solo podía significar que la cantidad de integrantes aumentara.

    Apenas pusieron un pie en el lugar, un grupo de cachorros se abalanzaron sobre ellos con curiosidad, corriendo de un lado a otro y haciendo que Pumba temiese por cada paso que daba. Fue necesaria la intervención de Ma y Tío Max para mover a los niños y conseguir que el jabalí tuviese espacio para avanzar.

    Lo segundo que notaron fueron los cambios físicos en la jungla. Una buena parte de la vegetación aledaña al camino había sido debidamente podada para mantener a un nivel apto para los pequeños mamíferos. De las ramas más cercanas al suelo colgaban varias hamacas fabricadas con hojas de palma, donde algunos suricatos descansaban. Algunos de ellos, cuya curiosidad resultaba más grande que su pereza, se giraron para verlos pasar y darles la bienvenida con un asentimiento de cabeza o un gesto de manos.

    El último cambio importante lo notaron varios metros más adelante, cuando descubrieron que había pequeños grupos de suricatos realizando diferentes tipos de actividades en los alrededores. Los había tomando el sol sobre camastros de palma, realizando ejercicios suaves para calentar un poco los músculos, e incluso un grupo que parecía practicar yoga.

    Los amigos intercambiaron una mirada. De verdad ese era su antiguo hogar?

    Sin embargo, lo que casi los convenció de estar en un lugar diferente fue el descubrir lo que habían hecho en torno al lago principal de la selva, el que era alimentado por la cascada más grande del lugar. En torno al agua, los compatriotas de Timón habían construido una especie de aldea utilizando los materiales que tenían a la mano. Los hogares de los suricatos eran de tamaños, colores y formas tan diversos como la variedad de insectos que habían podido encontrar antaño. Túneles adaptados a su nuevo estilo de vida, cuevas pequeñas y troncos huecos bellamente decorados con pintura de caracoles, nidos de hojas y lianas que colgaban de los árboles.

    Timón apenas podía creer todo lo que estaba viendo. Era como una utopía, el último atisbo de un sueño momentos antes de despertar.

    Al reconocerlos, los suricatos que estaban próximos al lago se olvidaron de sus quehaceres y se acercaron a saludar. Con algo de desconfianza, Timón bajó del lomo de su amigo.

    La multitud se aproximó hasta él a base de empujones pero, contrario a lo que Timón estaba acostumbrado, no fue para quejarse o burlarse. El grupo cargó al ovillo en que se había convertido el suricato y lo alzaron sobre ellos, pasándolo de manos en manos mientras clamaban su nombre a coro.

    Con algo de incredulidad y otro tanto de orgullo, Timón se dejó llevar por sus compañeros. Lo dejaron bajar cuando llegó al centro del grupo, y pronto todos lo atosigaron con preguntas y comentarios de agradecimiento, al igual que a Pumba, a quien nunca antes habían visto.

    Poco después de la muerte de Scar y la toma de la corona por parte de Simba, hubo mucho trabajo que hacer en Las Praderas. Timón apenas tuvo tiempo para participar en la reubicación de su colonia, y fue llevaba a cabo por Ma, Tío Max y un par de leonas.

    El grupo fue creciendo hasta el punto de resultar sofocante. Cuando los recién llegados estaban por perder la paciencia, el escándalo terminó. Igual de repentino a como había empezado. El silencio fue recorriendo lentamente las filas de suricatos hasta que se volvió total.

Once Upon a Timón - ESPAÑOLNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ