Capítulo 3: La historia de un suricato

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    Nací en una colonia común de suricatos. Era demasiado grande, y no vivíamos en el mejor lugar ni teníamos mucha suerte en nada. Una muy mala combinación.

    Era todavía un niño cuando conocí a Tesma. Basu, mi mejor amigo, y el único que tenía, y yo teníamos una idea estupenda para ese día: íbamos a llevar agua directamente a la colonia. Éramos muy buenos haciendo túneles, los mejores entre los de nuestra edad, y llevábamos semanas cavando uno a escondidas que conectaba directamente con el río. Ese día por fin íbamos a terminarlo.

    — ¡Date prisa, Basu! — gritó el suricato a su amigo, cavando tan rápido como le permitían sus pequeñas manos.

    — ¡Eso intento, Timón! —chilló el otro a un lado suyo.

    — Pues intenta más rápido.

    En un par de minutos, Timón había conseguido abrir un agujero en la tierra. Asomó la cabeza. Estaba justo donde había calculado: el centro de la madriguera. Era el lugar más concurrido, y el sitio perfecto para poner su fuente. Justo donde todos pudieran verla.

    — ¡Llegamos! — anunció al otro.

    — ¿Llegamos? ¿Por fin? — jadeó Basu.

    — Así es — sonrió Timón. — Ahora debemos construir la base donde caerá el agua. ¡Vamos!

    Tomó al agotado Basu por el lomo y saltó junto con él fuera del túnel. La parte central de su madriguera era una cámara amplia, la más grande de toda la red, donde convergían una gran cantidad de túneles que llevaban a otras cámaras. En ese momento estaba casi vacía, y podían trabajar sin llamar la atención de los adultos.

    Timón y Basu se dieron entonces a la tarea de cavar un pozo, tan profundo como les fuera posible sin llegar a tocar otro túnel, y tan amplio como el tiempo les permitiera. Una montaña de tierra iba tomando forma en medio de la cámara a medida que los suricatos trabajaban. Una vez que les gustó el trabajo que habían hecho, volvieron a esconderse en el túnel que habían cavado.

    — Es hora — dijo Timón.

    — ¿Es hora? ¿De verdad quieres hacer esto hoy, Timón? — su amigo arqueó una ceja.

    — ¿Qué? ¿Tienes tierra en la cabeza? ¡Claro que a sí! Llevamos días esperando por esto.

    — Bueno... s-si tú lo dices.

    — Anda, vamos a quitar la roca.

    Timón se puso de pie y trotó sobre sus cuatro patas para internares en el túnel.

    — ¿La roca? — se angustió, y corrió para alcanzar a su amigo. — Timón, ¿cómo saldremos de aquí cuando la quitemos?

    — ¿Recuerdas el día que entramos a la madriguera una familia de tejones?

    — ¿Esos que se molestaron porque creíste que la hembra era un macho y que en lugar de disculparte le dijiste que debía bajar de peso y tuvimos que cavar para escapar porque bloquearon la entrada?

    — Exactamente — asintió, tocando la piedra que bloqueaba el paso del agua.

    — Uy... no estoy seguro de esto, Timón — chilló el niño.

    — Oye, ¿no dijiste que sería una buena idea? ¿Que querías ayudar a la colonia?

    —Sí, pero...

    — Pues eso es lo que vamos a hacer. No te preocupes, se verá bien.

    Timón se arrodilló y cavó un agujero, no muy profundo, frente a la piedra. Luego se puso de pie y se colocó en uno de los extremos del túnel para tomar las orillas de la piedra semi esférica. Basu lo imitó.

Once Upon a Timón - ESPAÑOLTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon