Capítulo Cuarenta y tres

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—Bueno... de todas formas ya estás aquí y al parecer te has acostumbrado al aroma, te levantaste sin una secuela, ¿o quizás te he quitado el habla, muchacha? —instó con diversión.

—No... Yo...

—¿A que has venido, Rubí? —interrumpió volviéndose seria bruscamente.

—He venido por la mamma santissima, necesito que me ayude...

—Sí, sí, recuerdo eso... también dijiste que darías tu vida como aval, pero eso no me convence. Además oí por ahí rumores de que quieres acabar con mi marido y no estoy segura de ayudar a alguien que quiere acabar con quien amo.

—Señora —intentó Rubí, pero retrocedió sintiéndose insegura, miró hacia el suelo sintiendo la mirada de la mujer frente a ella y tomó una larga respiración. —No creo que sea necesario que acabe con su esposo para obtener que lo que deseo, me basta con que me dé una mano para acabar con la familia Vitelo, con eso me daré por servida y desapareceré de Italia...

—¿Desaparecer de Italia? ¿Qué te hizo cambiar?

Elevó su mirada notando que la pregunta era genuina, la mujer frente a ella tenía una facilidad por mostrar sus emociones con claridad a excepción de cuando dejaba su mirada neutra y seria, parecía tener la facilidad de manejar algo que no muchos lograban y se preguntó si es que alguna vez podría llegar a ser como ella. Sabía que a pesar de que no quería pensar en todo lo que había soñado mientras estaba inconsciente, tenía que volver, si era cierto Blood Eyes había sido erradicado y todo por su culpa, no era como si realmente se arrepintiera de sus actos en el pasado, pero aun así tenía cuentas que saldar con cierta mujer de la que estaba segura aún vivía en algún recóndito lugar de Portugal. Sí, tenía mucho por hacer, pero primero ordenaría sus prioridades y lo que encabezaba la lista era arreglar las cosas en Italia antes de partir.

—¿Tiene tiempo? Tengo una historia demasiado larga para contar.

—Siéntate en el suelo —ordenó levantándose. —Tengo todo el día para escuchar.

Sonrió, si podía convencer a aquella mujer siendo completamente sincera por primera vez, entonces podría lograrlo, solo necesitaba intentarlo.

*

San Luca, Italia

10 de marzo, 2005

Se sentó en la mesa por onceava vez y repasó su cabello con su mano, suspirando. Seis días, llevaba seis días sin saber algo de su esposa y estaba comenzando a perder la cabeza, nadie podía darle una respuesta y por más que había desplegado todos los medios para encontrarla no había nada. El día en que Rubí había salido de madrugada había querido seguirla, pero a mitad de camino el maldito vehículo había quedado sin gasolina y aquello lo había retrasado. Idara había dicho que estaba en Belcolle en un hospital que mantenía a Biago en cuidados intensivos, había ido, la había buscado, pero no estaba por ningún lado, luego le había dicho que podría estar en Viterbo, en la casona Felivene, pero nada, lo único que alcanzó a ver fue a una prostituta que había conocido antaño en Samo, le llamó la atención encontrarla ahí respondiendo una llamada en donde parecía atareada, pero decidió no tomarle demasiada importancia y se enfocó en todo el día recorrer la ciudad en búsqueda de su mujer, pero nada, malditamente nada.

En ese momento Idara había salido a buscar información con un tal Roger, su padre había movido sus tropas para buscar a Rubí y también habían ido con los Santistas por si tenían alguna información, pero nada, no había absolutamente nada, era como si se la hubiera tragado la tierra de un momento a otro y eso lo estaba desesperando más de lo que alguna vez había pensado que pudiera sentir.

Rubí // Killer I: La Joya.Where stories live. Discover now