Capítulo 5: La comunidad de la selva

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    Timón se acomodaba el pelaje, sucio y revuelto como resultado de todo el ajetreo, cuando descubrió la razón de tan repentina calma. Kuba, ahora un suricato cuyo cuerpo reflejaba claramente los signos de la vejez, con la tez arrugada, esos ojos acuosos y cansinos, la piel paliducha y delicada, y aquella espalda encorvada, se abría paso entre la multitud con paso tranquilo y sin prisas. Llevaba sobre su espalda la capa violeta con la que Timón lo había visto desde siempre, y el báculo de madera que representaba su estatus entre los de su especie. Aunque ahora le servía más como un apoyo al caminar.

    Para sorpresa de Timón, no venía solo. A su lado caminaba Tesma, mucho más madura de la última vez que la vio, pero estaba claro que se trataba de ella. Su corazón dio un vuelco de miedo y emoción al reconocerla. Se veía preciosa.

    Había temido por ese momento durante varios años. La sola idea de que ocurriera le había robado el sueño la noche anterior y lo había mantenido ansioso todo el viaje. En su mente había calculado todas las posibilidades, imaginado todos los escenarios, e incluso desarrollado las conversaciones que tendrían en cada posible desenlace. Y ahora que al fin la tenía frente a él parecía como si todo eso hubiese sido eliminado de su cabeza.

    Una vez que la familia real de suricatos llegó hasta Timón y Pumba, Kuba dijo con su voz aguardentosa:

   — Bienvenido de vuelta, hijos míos — levantó las manos a los lados, como si fuese a darles un abrazo con sus delgadas y temblorosas extremidades. — La colonia y yo los recibimos con los brazos abiertos y les damos gracias por traernos hasta aquí.

    Kuba asintió levemente con la cabeza. Su hija hizo lo propio antes de tomar la palabra.

    — Es un honor para nosotros que hayan aceptado nuestra invitación — dijo Tesma con voz clara y fuerte, como si quisiera que todo el mundo la escuchara. Pero sus ojos permanecían clavados sobre Timón. — Esperamos que su estancia sea de su agrado.

    La colonia entera permaneció en silencio, como a la espera de algo. Estaba claro que ni Kuba ni Tesma iba a hablar más. Pero tampoco los recién llegados sabían que hacer.

    — Es un halago que hayan venido a recibirnos, ¿verdad, Timón? —intervino Ma.

    Con un ademan de cabeza, le indicó discretamente a su hijo que hablara.

    Timón tragó saliva.

    — Sí... ¡sí! Esto... es bueno verlos a todos de nuevo y... lo que hicieron en este lugar es...

    — Increíble — terminó Pumba.

    — ¿Les gusta? — sonrió Kuba. —Tal vez les gustará verlo por completo. Y quizá te interese saber, Timón, que todo esto fue posible gracias a un viejo amigo tuyo.

    — ¿Basu? — respondió de forma automática, escrutando discretamente entre los rostros que lo rodeaban.

    El líder asintió como respuesta.

    — No te molestes en buscarlo. No está aquí — dijo Kuba. — Pero podrás verlo pronto. Ofreceremos una fiesta mañana por la noche en su honor, y esperamos verlos ahí.

    — ¡Oh, será un placer! — se adelantó el jabalí.

    — Bien. Ahora, espero que recuerdes a Tay. Él te guiará a ti y a tu amigo a un sitio donde puedan descansar de su viaje. Hasta mañana en la noche.

    Y sin más, el anciano dio media vuelta y regresó sobre sus pasos. Antes de que su hija pudiera si quiera mover un pelo, algo sólido impactó contra la nuca de Timón, haciéndolo trastabillar. Al volver la mirada, se encontró ante un suricato enorme, de músculos considerables y sonrisa altanera.

    —No esperaba volver a ver tu horrible cara, Timón.

    — ¿Tay? — se atrevió a preguntar el aludido.

    El enorme suricato rio y se inclinó ligeramente hacia atrás.

    — ¡Sí! ¿Quién más creíste que era? Sigues siendo algo idiota, ¿sabes?

    Timón bufó por lo bajo.

    — Bueno... te ves diferente.

    — Lo sé. Un futuro heredero tiene que lucir bien — apoyó una pata sobre el hombro de Timón y lo empujó sin medir su fuerza para obligarlo a caminar. — Andando, no tengo todo el día. Y te aconsejo que pienses en lo que vas a decir a la colonia. No entiendo por qué tanto entusiasmo, pero al menos trabajan más rápido así. Las esperanzas son buenas para los obreros, y tú se las das. Quizá no eres tan patético después de todo.

    Timón frunció el ceño, pero decidió retomar un semblante neutro para no tener más problemas. Se limitó a dejarse guiar por su desagradable compañero. Pumba caminaba en silencio al otro lado de él, observando la escena.

    — Sí, qué sorpresa, ¿no? — rio con incomodidad. Estar acerca de Tay nunca le había agradado. — Y qué... ¿Qué hay de ti?

    — Te sorprenderá escuchar lo que he hecho en este tiempo. Aunque eso es obvio... todos se sorprenden de lo que hago. Pero, ya que tenemos tiempo, te lo mostraré.

    Y sin que Timón tuviese oportunidad de aceptar o negarse, Tay lo llevó a él y a Pumba a ver las maravillas en las que había participado para la construcción de la villa.

Once Upon a Timón - ESPAÑOLWhere stories live. Discover now