Capítulo 1: princesa.

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Capítulo 1: princesa.

- O sea Leo ya me tiene harta la vieja esa que trajiste – gruño Teodora tronando los dedos – o le dices que le vaya bajando dos rayitas o hasta aquí llegamos – dio un zapatazo en el piso – no soy su chacha – Leo levanto una ceja ante esto apenas acaba de desmontar y ya le llovían quejas, ¿cómo es que esta es su vida?, cierto robarse a esa chica.

- Escucha Teo – suspiro empujando las riendas en manos de Rosendo que se acercaba como siempre ayudarle – creo habértelo dejado súper clarito desde el principio – la chica solo se encogió de hombros sacando su teléfono y jugando en el – tú me perteneces – la tomo del brazo con brusquedad – y si yo te digo que atiendas a mi invitada lo haces.

- Hay estas lastimándome – jadeo por el agarre que seguramente marcaría su piel de fantasma – ¿no puedes hacer lo tuyo y devolverla? – pregunto curiosa – nunca has tardado tanto.

- Podría si – sonrió soltándola mientras ella sobaba su brazo – pero donde está el chiste – meneo las cejas – ella es la única que se atrevido decirme no, a mí, Teodora, el jodido Charro negro tienes idea de lo que eso me provoca.

- ¿Estrés?– empezó a murmurar siguiéndolo por los corredores – ¿Impotencia? ¿Dolor de cabeza? – y estaba flotando.

- Excitación – dijo en su lugar jalándole para que no flotara – te dije que odio que hagas eso – frunció la nariz – camina como todos aquí o juro que voy a quemarte los pies – Teodora frunció la nariz molesta pero asintió de mala gana, no era un juego Leo había no quemado sus pies pero si destrozado sus lindos zapatos la primera vez, dijo que era un escarmiento, que si iba a flotar por toda la hacienda no los necesitaba, la próxima vez que la viera hacer eso serían sus pies, aunque Teodora evitaba usar sus poderes frente a él pero a veces se le olvidaba como ahora.

- Si tanto te molesta por que no anulas mi magia – rodo los ojos ella cruzándose de brazos.

- Por la misma razón que no voy a violar a mi invitada – sonrió acercándose a su reserva de botellas y seleccionando una para servirse un trago – porque es más satisfactorio doblegar su voluntad – pokeo su nariz para empezar a reír, Teodora solo desvió la mirada molesta por la actitud de Leo, siempre lo mismo cada vez había menos del pequeño niño que conoció alguna vez – ahora ¿Dónde está ella?

- ¿Dónde más? – rodo los ojos – en su habitación negándose a salir – empezó a juguetear con un rizo – por cierto – dijo al verle salir seguramente a buscarla – su nombre es Kubo, que nombre tan rarito – se burló ella pero Leo solo sonrió.

- Es una princesa japonesa mi querida Teodora – dijo con falso cariño – una chica de tu condición no entendería algo así – termino con desdén – ahora asegúrate que la cena este lista, dile a ese inútil que no lo estropee otra vez – le gruño a lo que ella obedeció de muy mala gana.

Teodora solo siguió cambiando por entre los pasillos de aquella hacienda, el cielo tan rojo como la primera vez que llegó ahí, solo había dos colores, el rojo característico y el negro absoluto de la noche, era lo único que necesitaba el agave para crecer y lo único que Leo permitía ahí ni siquiera había lluvia, solo el constante tiempo en ese lugar, en su pedazo de inframundo, atrás quedaron los días donde vio realmente las estaciones, donde podía habitar en el mundo humano, ahora estaba ahí encarcelada con ese estúpido collar alrededor de su cuello como grillete, en este desolado mundo, al lado de Leo, de su mejor amigo viéndole consumirse cada día, parte por parte hasta no quedar nada.

Solo el charro negro.

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La luz cegadora y el calor abrazador le hizo salir de su ensoñamiento, como si no fuera suficiente caliente el cuerpo de su raptor, Kubo miro el horrible lugar al que fue traído, durante el secuestro todo paso tan rápido, estando tan distraído y ansioso de conocer a la muerte, una de las divinidades más grandes y omnipresentes por primera vez visitaría esa celebración en años, por lo que Kubo ansiaba conocerlo siempre sintiendo una extraña curiosidad por aquel cuyo trabajo era tomar almas, no es que estuviera celoso, todo Japón conocía su reputación, la simple mención de su nombre causaba tanto pánico que durante años los pueblos enteros le rindieron tributo sin objeción alguna, pero los tiempos cambiaron y de alguna forma el miedo a su divinidad disminuyo, Kubo decidió mostrar entonces lo que pasaba cuando era ignorado, el pueblo japonés lo llamo tsunami el solo diversión y en el dolor del pueblo los dioses volvieron a ser redimidos, entonces la muerte se enteró y mostró insatisfecho por esto, porque muchas vidas inocentes se perdieron por su berrinche y le advirtió sobre límites, Kubo quiso refunfuñar sobre esto pero su abuelo le advirtió, la muerte era un ser único, tan poderoso que se rumoraba estaría aquí al final, cuando los mundos cayeran y toda vida se extinguiera la muerte seguiría aquí, sola en la basta nada.

El lado oscuro del amor.Where stories live. Discover now