c u a t r o

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Al día siguiente, en el patio, los niños también jugaron a las bodas.

Así son los juegos en los patios: a alguien se le ocurre de pronto el juego más tonto del mundo y, sin saber por qué, los niños lo juegan hasta que un buen día deciden dejarlo.

Chenle sabía que el juego de las bodas era bastante tonto, y lo peor era que se le había ocurrido a él sólo para poder casarse con Jisung.

Ya no recordaba en qué momento se le había ocurrido semejante idea, porque ahora se encontraba sentado en el suelo haciendo dibujos absurdos con un palo en la tiera y mirando de reojo y con rencor a los niños que se preparaban para la ceremonia.

Hoy volvía a ser Renjun el cura porque Yukhei no había tenido ningún éxito. Los invitados, los de siempre: Kun, Yukhei, Sicheng y cinco más que se habían apuntado de pronto. El novio, Jisung, porque ya se había pedido ser el novio por un mes, y el otro novio, Minhyung.

Lo que más le dolía a Chenle era que el otro novio fuera Minhyung, porque Minhyung era ese tipo de niños que le gustan a todas las madres del mundo. Incluso la suya le decía a veces: «¿Y por qué no invitas una tarde a Minhyung, que es un niño tan simpático?»

A Minhyung lo quería todo el mundo. Lo querían las madres, lo quería el señor Zhang, lo quería Jisung y, lo que era peor, incluso lo quería él, aunque le diera cien patadas quería a Minhyung, porque era bueno, prestaba los lápices siempre y las bromas que hacía tenían siempre bastante gracia.

Tienen que ponerse en el lugar de Chenle: Minhyung, el estupendo, se iba a casar con Jisung. Era terrible.

Chenle siguió sentado en el suelo haciendo como que dibujaba en la tierra pero atento a la ceremonia.

Un novio dijo que sí, el otro dijo que también, se dieron un beso y entonces los invitados echaron tierra sobre la espalda de los novios.

Fue en ese momento cuando Chenle se levantó y, sin saber por qué, sin poder controlarse, le tiró tierra a Minhyung en la cara.

Pobre Minhyung, se quedó sin saber qué hacer, menos mal que alcanzó a taparse y no se le metió la tierra a los ojos.

Los invitados lo miraron alucinados y fue Jisung, su gran amigo, su gran amor, el que tomó cartas en el asunto y, abriéndose paso entre los invitados, fue hasta Chenle y le pegó un empujón tan fuerte que lo tiró para atrás.

Chenle se levantó y tomó a Jisung del cabello, y así, enganchados el uno al otro con la furia que de pronto tienen los niños de seis años, comenzaron a insultarse con esa rabia inaudita que a veces tenemos con las personas que más queremos, con nuestros mejores amigos.

Los demás niños avisaron al señor Zhang, y él llegó, los separó y los tuvo separados hasta el final de las clases.

Quiéreme a mí » jichenWhere stories live. Discover now