Capítulo 58.

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Pv's Castiel

Ha pasado un mes desde la noticia en la que se supo sobre el embarazo de Sucrette y eso fue algo que hizo aún más fuerte nuestra relación, estabamos felices por sellar nuestros caminos de esta manera. Por supuesto hubieron muchos malos comentarios de gente por parte mía, porque ser famoso y que todos conozcan a quien era mi pareja, y luego enterarse que estoy con alguien más y que además espera un hijo mío, debe ser impactante. Quedaría como un hijo de puta por cambiar de mujer de la noche a la mañana, pero no me interesa. Estoy dispuesto a dejar esa carrera con tal de estar con mi mujer, con la cual ahora formaría una familia.

Se preguntaran por Evan, ¿No? Ese idiota ha estado intentando persuadir a Sucrette para volver con él y además, de convencerla de que ese hijo era de él. Puede ser que tenga el tiempo de embarazo, el mismo tiempo que yo estoy aquí. Pero descubrí de ella que su última vez con Evan fue el mismo día de mi regreso, ¿Cómo fue posible si él estaba en la escuela militar? Pues ella lo había ido a ver, puesto que él se lo había pedido.

Por más que pienso en esa posibilidad, no puedo enojarme con ella, tampoco puedo dejarla sola. No puedo ni quiero. Dicen que el padre es quien cría y ese seré yo. No dejaré que ese militar me quite a la mujer por la cual estuve desesperadamente enamorado de hace años. Yo seré el que triunfe al final.

—Sucrette, apresúrate. —Me encontraba esperándola en la entrada de nuestra casa. Nos dirigíamos al primer control en el médico, creo que le harían un pequeño chequeo para ver como está el bebé y le tomarán unas ecografías. Pero Sucrette se demoraba demasiado en arreglarse, aún si solo salíamos a la tienda de la esquina.

—Primero muerta que sencilla, querido. —Decía ella mientras bajaba las escaleras y caminaba a mi dirección. Una vez estuvo frente a mí, se paró de puntillas y me regaló un tierno beso el cual correspondí sin dudarlo.

—Sigo pensando en que exageras un poco con todo el tiempo que te lleva prepararte. —Me reí y ella me siguió siguió.

—Una mujer siempre tratará verse guapa para su hombre. —Sonreí al escucharle, no era la primera vez que me lo decía y siempre le respondía con lo mismo.

—No necesitas hacerlo, aún si estás recién despertada por las mañanas, yo te seguiré viendo igual de hermosa. —Y siempre causaba el mismo efecto. Ella se sonrojó, me encantaba ser el que provocaba aquello en ella. — Tu belleza natural es una de las tantas cosas que amo, así como que no me importa si no usas lencería. Aún si solo usas unas bragas de conejito yo te encontraré super sexy.

—¡Cas! —Ella se cubrió el rostro totalmente rojo. Amaba verle así. —Ya vamos, se nos hará tarde. —Dijo después de unos momentos, aunque aún mantenía sus mejillas sonrosadas.

—Vamos. —Cerramos la puerta de la casa atrás de nosotros y nos dirigimos a mi moto, en la cual no tardamos en subirnos y ponernos los cascos. — Tendré que comprarme un auto, en unos meses más no podré llevarte en moto y después de que nazca nuestro hijo, mucho menos. —Suspiré. No me agradaba la idea de conducir esa clase de vehículos, pero no tenía de otra. Ella rodeó mi cintura con sus brazos, recargando su mejilla contra mi espalda.

—Aún podremos usar la moto, cuando queramos salir de paseo solo nosotros dos. —Asentí, encendiendo el motor. — Además... —Decidí escucharla antes de partir. — Con un auto tendríamos otro lugar en donde poder “divertirnos”.

La miré de reojo y ella me miraba con una traviesa sonrisa y en sus ojos se le notaba lo coqueta que estaba siendo. Era increible ésta mujer y así me encantaba. Simplemente le sonreí y miré hacia adelante para partir así, a nuestro destino.

Cuando llegamos a la clínica lo primero que hicimos fue ir a la recepción y le dijimos a la señora que atendía que Sucrette tenía una cita en unos diez minutos, por lo que la recepcionista no tardó en ingresarla al sistema y nos mandó a sentarnos a esperar nuestro turno. No habían muchas personas, pero habían algunos niños pequeños con sus padres con los cuales jugaban o correteaban entre ellos. ¿Será así como será nuestro hijo? ¿O quizá será una niña? Ahora esa curiosidad me invadió y no puedo esperar a saber si en realidad será un niño o una niña.

Cuando finalmente nos hicieron pasar, yo me quedé en una esquina mientras que Sucrette se recostaba sobre una camilla y en eso, la doctora le pidió que se desabotonara la blusa. Sé que debería de estar tranquilo, que quien lleva a un ser dentro es ella, pero no evitaba no ponerme nervioso. Los bebés son tan delicados que siento que si los llego a tocar, a lo mejor se rompen o algo. Solo espero poder acostumbrarme rápido a ésta nueva vida.

La médico le hizo algunas cuantas revisiones antes de empezar lo más interesante y emocionante, la ecografía. Le echó una especie de gel en el vientre y con una máquina comenzó a esparcirla por toda la superfície, provocando que en la pantalla del monitor que estaba a su lado aparecieran unas imágenes en blanco y negro, era el interior de ella.

—¡Bingo! —Le escuché decir a la de blanco. No sé por qué pero mi corazón comenzó a latir de manera desenfrenada y la curiosidad me invadió, también la emoción y felicidad. Me acerqué más para ver lo que ellas miraban.— Que curioso. —Aquello nos llamó la atención a los dos y comencé a pensar en que tal vez, solo tal vez, esté algo mal.

—¿Pasa algo malo? —Me apresuré en preguntar. Ella negó con una pequeña sonrisa en sus labios. — ¿Entonces?

—Creo que tenemos a dos bebés abordos. —Dijo sin más y el rostro de Sucrette cambió a uno de sorpresa total, pero... ¿A qué se refería con eso?

—¿Dos? —Pregunté, pues hasta Sucrette había entendido, pero yo no.

—Tendrán mellizos. —Terminó por decir, sonriéndonos a ambos. — Felicidades.

—¿Mellizos? —Me tardé un poco en captarlo, pero cuando al fin puse los pies en la tierra, lo entendí. — ¿¡MELLIZOS!?

. . .

Llegamos a casa, aún sorprendidos por la sorpresa.

—Será el doble de trabajo. —Dije.

—Será el doble de cuidado. —Dijo ella después. —Pero... —Me volteé a mirarla y ella hizo lo mismo. Me sonrió. — Será el doble de amor. —Al escuchar sus palabras, aquella pequeña inseguridad que había en mi interior se había esfumado. Cuando recibí la noticia un miedo se había hecho presente en mí, una inseguridad de que tal vez no podría con ésto. Pero ella era mi razón de ser. No la abandonaría por nada en el mundo. Le devolví la sonrisa, demostrándole mi confianza en ella, aunque su sonrisa tomó un ligero cambio, pues desvío su mirada y se veía algo triste. — Creo que tendremos que posponer lo de la boda...

—¿Qué? ¿Por qué? —Pregunté sin entender, pues era un tema totalmente aparte.

—Me veré muy gorda en un meses. —Y sus mejillas se tornaron rojas al decirlo, volviendo a mirarme de reojo. En cambio yo, no evité echarme a reír, pues de verdad que era muy exagerada para sus cosas en ocasiones. — ¡No te rías!

—Jajaja, es que no puedo evitarlo. —E hize como si me estuviera limpiando una imaginaria lágrima de tanto reír. Ella me miraba con un puchero en sus labios, el cual besé. — No hay por qué atrasarla más... Nos casaremos en una semana.

El Placer de Amar. ~ ~ CastielxSucrette [Corazón de Melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora