Capítulo 40

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– Alice despierta. ¡Alice!

– ¿Qué sucede? – mi hermano me mira impaciente.

– Hay noticias, levántate, anda apúrate – dijo para luego salir de mi habitación.

Sin esperar más tiempo, me calzo los zapatos, me coloco el primer abrigo que veo y salgo corriendo.

Al bajar me encuentro con la gran mayoría de hospedados reunidos en la sala. En todo el lugar reinaba el ruido producto de las voces de los presentes, muchos conversaban en voz alta, otros lo hacían en voz baja, los ancianos sentados en algunos asientos conversaban con alguna sonrisa en sus rostros, las señoras dialogaban a un lado del salón, lucían nerviosas e impacientes; y los niños corrían por el salón riendo, siendo ajenos de lo que sucedía a su alrededor.

– ¿Han dicho algo? – le pregunto a Michael.

– Aún nada, pero mamá vino muy apurada hace unos minutos y les avisó a todos que sintonizaran la radio, dijo que la señora Weber le comentó de manera muy rápida que vaya a casa y que prenda la radio porque hay noticias importantes – dice mi pequeño hermano haciéndose a un lado para sentarme a su costado.

– No se le puede creer mucho a esa señora, tú sabes cómo es ella.

– Sí, lo sé, pero de igual manera no perdemos nada con sintonizar la emisora ¿o sí? – menciona Michael mientras me comparte unas cuantas galletas de chocolate.

– Tienes razón, no perdemos nada, solo espero que sea verdad y no un chisme más, porque no me agradaría que a la final todo sea en vano. Solo mírala, mamá está emocionada pero nerviosa, roguemos que sean buenas noticias.

– Espero lo mismo.

– ¡HAGAN SILENCIO! – Gritó mi padre, lucía impaciente por no poder sintonizar la emisora de noticias.

El bullicio desciende, solo son perceptibles algunos susurros, los cuales se extinguen cuando el locutor radial comienza a gritar, haciendo que mi corazón se acelere.

¡Japón se ha rendido! ¡Japón se ha rendido! – Vociferaba el locutor radial.

Todo el lugar se sumergió en un total silencio.

– Hace menos de una hora, el Ministro de Exteriores japonés, Mamoru Shingemitsu, ha firmado el Acta de Rendición de Japón por orden y en nombre del Emperador del Japón y del Gobierno Nipón. Con este reciente acontecimiento se pone por finalizada la guerra. Queridos compatriotas no saben cuán emocionado me encuentro – seguía informando el locutor con la voz entre cortada – disculpen por no poder articular correctamente, pero la emoción es tan grande, después de tantos años por fin ha finalizado la guerra.

Dejé de escuchar después de las palabras ha finalizado la guerra, y en un segundo todo el lugar se llenó de gritos de euforia, gritos de emoción, mi corazón latía muy de prisa y el nudo en mi garganta era tan grande que me dificultaba respirar, por fin había sucedido.

– P-por fin querido hermano, la guerra ha terminado – abrasé a Michael tan fuerte como pude, lágrimas de felicidad brotaban de mis ojos.

– ¿Matthew volverá a casa? – preguntó con la voz muy baja.

– Sí, él volverá con nosotros – me correspondió el abrazo con la misma intensidad con la que yo lo abrazaba.

– ¡Mi pequeño volverá pronto! – gritaba mi madre abrazando a mi padre.

Los demás huéspedes se abrazaban y gritaban de felicidad por el nuevo acontecimiento. Algunos no aguantaron la alegría y se echaron a llorar. Por fin todo había terminado, por fin la guerra había terminado.

Aquel día todo el mundo celebró, en las calles se celebraron fiestas, era la mejor noticia después de tantos años, después de tanto dolor y sufrimiento.



Amor en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora