Capítulo 36

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Si pudiera describir en una sola palabra como me siento en este momento, la palabra correcta seria vergüenza, demasiada vergüenza.

Ni en mis peores pesadillas imaginé que algo así me pudiera suceder. Recuerdo que cuando solía gustarme, siempre imaginaba que todos nuestros momentos serían mágicos, es decir, donde ambos estemos vestidos adecuadamente, sobre todo yo, y el ambiente ideal. Pero en lugar de ello, y fuera de todas esas fantasías, ahora parecemos una escena del rico y la vagabunda.

¿Por qué esto me sucedía a mí?

Frente a mi tengo a un sonriente Andrew, no imaginé que vendría a visitarme. Pero ahora que recuerdo, hace más de un mes mencionó que me visitaría por sorpresa, pero hasta ahora no lo había visto, por lo que, concluí que lo había olvidado.

Lo que me recuerda que no debo de sacar conclusiones precipitadas, para así evitar ponerme en una situación incómoda y vergonzosa.

Quería esconderme, no estaba en las fachas para recibir visitas, la cenicienta a mi lado luciría como una mujer de clase alta.

Nuevamente la vergüenza se apodera de todo mi ser, mis mejillas se sentían sumamente calientes, no necesitaba verme en un espejo para saber que estoy completamente roja. En estos momentos me encantaría ser un avestruz para meter mi cabeza debajo de la tierra y no sacarla nunca.

– ¿Te sientes bien, Alice?

– S-sí, perfectamente...

– Estás muy roja, ¿enserio te sientes bien? – preguntó preocupado.

No, no me siento bien, parezco una pordiosera.

– Sí...

– ¿Segura? – volvió a cuestionar esta vez acercándose.

– Andrew...

Por el rabillo del ojo veo a Michael que se acerca.

Bendito seas.

Mi mano actúa más rápido que mi mente, tomo a mi hermano del brazo y lo jalo hacia mí.

– Michael, que bueno que llegas.

– ¿Sí? – mi hermano me mira confundido.

– Sí, creo que Andrew y tú podrían ser muy buenos amigos.

– ¿Qué? – ambos me miran dudosos.

– Sí, conversen, estoy segura que tienen mucho en común. Mientras ustedes tienen una amena plática, yo iré a un lado y volveré, prometo no demorar.

Salí corriendo en dirección a mi habitación, pero antes de abrir la puerta encuentro a mi madre saliendo de la alcoba de Matthew.

– ¡Madre!, ¿Por qué no me dijiste que Andrew estaba aquí?, pensé que era Alanís, salí tal cual estoy.

– Pensé que sabías que él vendría a visitarte, al menos eso fue lo que él me dijo.

– No sabía que él vendría hoy, solo dijo que en cualquier momento lo haría, pero no especificó el día.

– Oh...

– Quedé en ridículo luciendo así.

– Si después de verte así, le sigues gustando, eso es a...

– Madre...

– ¿Lo dejaste solo?

– No, lo dejé con Michael, pero sabes cómo es él, no creo que hablen y si lo hacen será incómodo.

– Anda cámbiate tranquila, iré a ofrecerle algo.

– Sí, por favor.

Entré a mi habitación y tomé lo primero que vi, al menos era decente y no tenía rastros de suciedad. En cinco minutos estuve lista, me miré en el espejo y ahora me veía mucho mejor, más decente.

Nuevamente vuelvo a la sala, pero me detiene las voces de mi madre y la de Andrew, ambos conversaban tranquilamente.

– ¿Cómo está tu madre?

– Esta muy bien, pero a la vez está triste por Andrey, lo extraña mucho – respondió con cierta tristeza en su voz.

– La entiendo perfectamente, estar lejos de un hijo no es fácil, mucho más cuando está en un lugar sumamente inseguro. Ruego todos los días para que vuelvan con bien.

– Disculpa la demora – digo entrando en la sala con la finalidad de desviar el tema, mi madre en cualquier momento comenzaría a llorar si seguían hablando sobre la guerra.

– No te preocupes, tu madre me hacía muy buena compañía.

– ¿Y Michael?

– Se fue cuando tu madre vino.

– Yo los dejo, tengo algunas cosas que hacer – mencionó mi madre parándose del sofá y dejándonos solos.

– Fuiste una sorpresa, no esperaba tu visita, me tomaste totalmente desapercibida – le hago saber.

– Tal cual como te lo dije, en cualquier momento te visitaría, siento no haberlo hecho antes.

– No, no te preocupes, ¿Cómo has estado?

– Bien, solo preocupado por mi madre, está muy decaída desde la partida de Andrey.

– La mía esta igual – nos quedamos callados por varios segundos, no sabía que decir, Andrew era mi amigo de la infancia pero no éramos tan cercanos.

– ¿Y tú como has estado?, hace mucho que no hablamos – mencionó con una gran sonrisa, me gustaba el aire positivo que trasmitía.

– Yo bien, al igual que tú también preocupada por mi madre, no ha sido fácil desde que se fueron.

– Tengamos fe, pronto volverán, lo presiento – esperaba que así fuera.

– Solo nos queda eso, tener fe – se me quedó mirando fijamente.

– Oh si me olvidaba, te traje esto – dijo mientras sacaba algo de su bolsillo – sé que es tu favorito.

Ante mí aparece una gran barra de chocolate, mi debilidad.

– Gracias – una gran sonrisa apareció en su perfecto rostro.

– No es nada, lo hago con gusto.

– ¿Quisieras algo de tomar?, he sido una mal educada al no ofrecértelo antes.

– No, descuida, tu madre ya me ofreció una bebida – dijo mostrando el vaso con refresco que tenía entre sus manos.

– Que bueno, mi madre es muy rápida – nuevamente nos quedamos en silencio, no sabía cómo explicar los silencios con Andrew, no eran cómodos, pero tampoco incómodos.

– Alice.

– ¿Sí? – su mirada era penetrante.

– ¿Quisieras salir conmigo?


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