Capítulo 2

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– ¿En qué tanto piensas? – me atrapó mi madre mirando a través de la ventana.

– En nada mami.

– Si ese es el caso, ayúdame con los platos cariño, así tendrás algo en mente, además hoy tendremos mucho trabajo por hacer. Mucha gente comenzara a venir buscando donde pasar la noche.

– ¿Cómo lo sabes?, ¿De dónde vienen?

¿Como podría estar segura de aquello?

En las noticias no se había informado nada sobre gente en búsqueda de un techo para pasar la noche.

– No lo sé exactamente, me lo comentó la señora Weber. Según dice que han despojado de sus casas a las personas que viven cerca de las fronteras para utilizarlas como bases militares.

– ¿Y cómo lo supo? – la fuente de información no era confiable.

Toda comunidad o vecindario tiene a una persona que le gusta estar fisgoneando en la vida de los demás, mi vecindario tiene a la señora Weber, que lo único que hace es hablar y hablar sin saber o confirmar si lo que dice es cierto o no.

En palabras simples, era la típica vecina entrometida.

No me agradaba que mi madre preste atención a sus habladurías, ni mucho menos que esté junto a ella. Había algo en esa señora que no terminaba de agradarme, además de el hecho de que hable de todos y después actúe de los amable con ellos.

– Me dijo que se lo contó una amiga que tiene una prima que es vecina de la hermana de la esposa de un General de las fuerzas armadas – dice recordando.

Comencé a recoger y a lavar los platos sucios que estaban sobre la mesa, mientras que mi madre corta algunas patatas.

– Mamá, eres la única persona en esta ciudad que le hace caso a esa señora que lo único que hace es ponerse a chismosear en los mercados – deja de cortar y me mira horrorizada.

– Niña más respeto, que no te he educado para que hables de esa forma de tus mayores.

– Es la verdad mamá, varias personas se han dado cuenta de cómo es y es por eso que no le hablan mucho, salvo solo para saludarla. Y no quiero que te vean como una chismosa por el simple hecho de estar al lado de ella.

Me mira sorprendida, antes que pueda decir algo vuelvo a hablar.

– Iré un momento a casa de Alanís. Regresaré más tarde para continuar con los quehaceres que falten.

Termino de lavar el último plato, seco mis manos en el blanco delantal que llevaba para hacer los quehaceres, para luego quitármelo.

– Te quiero aquí a las 6 en punto, ni un minuto más. De pasada avísale a tu hermano que traiga los víveres que le he pedido esta mañana y que no se olvide de llevar la libreta – asentí.

Había quedado con mi mejor amiga Alanís para conversar y leer los nuevos ejemplares que habían salido, aunque eran carísimos solo podíamos costearlo si ambas juntábamos arduamente todos nuestros ahorros por al menos dos meses.

Nos considerábamos amantes de la lectura y no podíamos vivir sin nuestra dosis de ella. Recurrentemente fantaseábamos con que nuestros personajes algún día cobrarían vida, soñar no costaba nada. Muchas veces imaginé a Mr. Darcy que venía en su flamante caballo, con esa masculinidad que lo caracterizaba solo para conocerme, me declaraba una enamorada eterna de él. Aunque solo fuera mi imaginación me emocionaba mucho y eso me bastaba.

Subo a mi habitación, cojo el abrigo más grueso que tenía, se notaba que afuera el clima estaba muy helado. En estas fechas el frio se cuela hasta los huesos, y lo último que quería era pescar un resfriado.

Me miro en el espejo del tocador para verificar que no tuviera los cabellos desordenados, lo que era muy frecuente en mí al tener un cabello rebelde. Por más que lo cepillara siempre terminaban revuelto, pero hoy se veían decentes.

– ¿Vas a salir?

– Sí, voy a ir a casa de Alanís.

– Ah... bueno...

– Por cierto, mamá dice que traigas lo que te pidió en la mañana.

– Justo estaba por hacer eso.

– Hazlo cuanto antes, creo que mamá se molestó.

– ¿Esta molesta conmigo?

– No, pero le comenté que no me agradaba su amistad con la señora Weber.

– A mí tampoco me agrada, esa señora es una chismosa – que sorpresa, por fin tenemos algo en común aparte de la sangre.

– Qué bueno que no soy la única que lo piensa.

– Todos lo piensan, pero mamá es muy buena para darse cuenta.

El defecto que tenía mamá era que confiaba mucho y no pensaba mal de la gente, es bueno, pero no todo el tiempo y no en todas las personas, porque por eso se podrían aprovechar de ella.

Solo esperaba que mamá no confíe mucho en esa señora.

– Entonces... ya me voy, nos vemos más tarde.

– Espérame, te acompañaré hasta su casa, me va de camino.

– No es necesario.

– Lo es, las calles son peligrosas y es lo que hace un hermano mayor.

– ¿Quién eres y que has hecho con Matthew? ¿O acaso quieres ir a ver a Alanís?

– Muy graciosa, y no digas tonterías, solo me preocupo, te espero abajo.

Pero ¿Por qué se molesta?, solo es una broma, o ¿puede que a Matthew le guste un poco?

Sea lo que sea, estaría muy al pendiente de ellos.

Me doy una ultima mirada en el espejo y salgo de mi habitación.

Abajo ya me esperaba mi hermano para irnos.

– ¿Mamá te dijo algo?

– No, solo le dije que iría por los productos, pero estaba muy pensativa como para prestarme atención.

¿Será que está molesta conmigo?, esperaba que no, aunque si lo estuviera no me hubiera dejado salir.

Con la compañía de Matthew y con la mentalidad de compartir una buena tarde de lectura y críticas junto a las deliciosas galletas de mantequilla que hacía la madre de mi mejor amiga, salí feliz de casa.


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Hola!!

Espero que todos estén bien y sanos en esta cuarentena :)

La principal razón de escribir esta nota consiste en que quiero aclarar que los datos y hechos que se relatarán en capítulos continuos serán ciertos tanto como a la inventiva.

Espero que les guste.

Besos...

Kelly A.

Amor en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora