Capítulo 20

119 19 5
                                    


Inglaterra, abril de 1945.


– ¿Alice, ha sucedido algo entre Elliot y tú? – preguntó mamá.

¿A qué venía esa pregunta?

¿Acaso... nos vio aquel día?

No... imposible, ella estaba tan distraída con la señora Wood como para prestarnos atención.

– No, ¿por qué la pregunta?

– Por nada en especial, solo que me parece que ahora se llevan mejor.

– ¿A qué te refieres con ahora?

– Alice, no he nacido ayer, además que te he visto muchas veces hacerle mala cara, por lo que, concluí que ustedes no eran amigos.

Olvidaba que mi madre sabía sobre mi disgusto hacia Elliot.

– Ah... si, eso era antes...

– ¿Cómo así? – pregunta mientras reposa su cabeza en su mano cómo indicándome que siga con mi explicación sobre el inicio de mi amistad con Elliot.

Ahora entendía de quién saqué lo curiosa.

– Bueno... nosotros conversamos de algunas cosas, y me pareció que era una buena persona que no merecía ser tratada de mala manera. Además, estoy a nada de cumplir quince años, lo cual me llevó a meditar que ya debo de madurar y dejar la inmadurez de lado.

– Me alegra escucharte decir eso. Ya eres toda una señorita y tienes que comportarte como tal – dice esbozando una gran sonrisa.

– Y es por ese motivo que dejé de lado esa bobería de hacer malas caras.

La explicación en parte era cierta, pero la principal razón era que no podía seguir enemistada con la persona que salvó mi vida.

– Me parece muy bien, y ya que tocamos el tema de tu cumpleaños, ¿qué es lo que deseas para ese día, querida?

– Estuve hablando con Alanís respecto a ese día, y me sugirió hacer una pequeña reunión entre amigos, bueno los más cercanos.

– Suena excelente, ¿cuántos serán aproximadamente?

– Alrededor de siete u ocho personas, no creo que se exceda a ese número.

– Está bien, solo que avísame con anticipación que es lo que deseas que prepare para ese día, para tener todo listo – asentí.

– Si mami, no te preocupes, y ya que estamos hablando de esta temática...

– ¿Qué sucede?

– Aún no he entregado las invitaciones, y quería pedirte permiso para ir a casa de Alanís.

– Alice...

– Ella me ayudará a repartirlas, por favor...

– ¿A qué hora quedaron encontrarse?

– Dentro de una hora...

Mi madre me mira con cierta molestia por no avisarle sin anticipación.

– Por favor, solo por esta vez – digo haciéndole ojitos.

Esta técnica me funcionaba perfectamente con mi padre cuando quería conseguir algo, no veo la razón de porque no funcionaría con mi madre.

– Esa técnica no funciona conmigo, con tu padre sí, pero yo no soy tu padre.

Rayos.

– Esta bien, puedes ir, pero primero termina de pelar y cortar las papas – asentí.

Me apresuré a terminar con lo encomendado, dejé las papas peladas y cortadas encima de la mesa, y ante la aprobación de mi madre, me quité el delantal y corrí escaleras arriba para cambiarme de ropa.

Opto por usar un vestido color azul de manga tres cuartos que me llegaba un poco más abajo de las rodillas, y unos zapatos negros.

Cepillo mi cabello, y una vez lista, tomo las tarjetas de invitación y corro escaleras abajo para tomar mi abrigo y salir de casa.

Hoy tendría que repartir todas las invitaciones, ya que, hasta ahora el único invitado era Elliot.

Llegué tan rápido como pude, hasta podría decir que casi corrí a casa de Alanís. Quería repartir las invitaciones cuanto antes.

Cuando mi mejor amiga abrió la puerta se me quedo mirando con una risa burlona pintada en su rostro.

– ¿Con quién peleaste Alice?, todo tu cabello esta hecho un desastre, ¿acaso fue con el peine?

– Muy graciosa – entré a su casa – vine corriendo para ir a repartir las invitaciones. No he podido entregarlas, salvo a Elliot, quién hasta ahora es el único invitado a excepción de ti.

– ¿Sí? ¿Lo invitaste? ¿Y qué te dijo?

– Luego te cuento. Anda vamos, ve por tu abrigo – la empujé en dirección a las escaleras.

– Ya voy, ya voy – desapareció escaleras arriba y volvió aparecer con su abrigo – lista.

– Bien, vámonos.

– Pero, primero... – dice mostrándome el peine entre sus manos.

– ¿Vas a cepillarte el cabello? – niega.

– Es para ti, recuerda que vas a ir a repartir las invitaciones, no a asustar a la gente. Si te veo así parada en mi puerta, yo no te abriría, ahora si te abrí porque eres mi mejor amiga, pero si no lo fueras ni en sueños me acercaba a la puerta.

– Siempre tan directa.

– Ya me conoces, venga, siéntate que yo te cepillo – dice invitándome a sentarme en el sofá.

Hago lo que dice, Alanís comienza a cepillar mi cabello muy suavemente, evitando que el peine me provoque algún dolor al pasar por mi enredado cabello.

– Lista – dice parándose frente a mi – ahora si estás presentable.

– Gracias.

– De nada, más bien se me ha antojado chocolate, ¿qué te parece ir primero por un dulce?

Chocolate, mi debilidad, como decir no a tremenda tentación.

– Tú sabes que diré que sí.

– Solo pregunto por cortesía – dice sonriendo.

Con más calma nos encaminamos a la confitería.

Al entrar a la tienda, el olor dulce nos da la bienvenida al paraíso del sabor y de la alegría.

Me sería muy difícil resistirme a la tentación de no querer llevarme todos los dulces, que de solo verlos se me hacía agua la boca.

Y yo aquí sin mucho dinero.

Caminamos entre los pequeños estantes de caramelos, gomitas, bastoncillos, chocolates, galletas.

– Que bien se ve todo, es difícil no querer llevarse más de uno – dice Alanís mirando todo el lugar.

Por mí, me llevaría todo.

– Alice, mira quién está ahí.

– ¿Quién? – pregunto sin quitar la vista de esos manjares.

Esos caramelos de fresa se veían apetitosos, no podía ni quería quitar mi vista de ellos.

Creo que me enamoré, esos caramelos y yo haríamos una bonita pareja.

Limpio la baba que había salido por estar apreciando a esas bellezas.

– Hola Alice – escuché detrás de mí.

Al voltearme y ver quién es, me encuentro con una gran sonrisa que pudiera derretir a cualquier chica.

– Andrew...




Amor en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora