—Bueno... gracias por decírmelo, Kate. En serio te lo agradezco.

Kate se despidió de Hazel y colgó, se sorprendió un poco cuando ella la llamó por su nombre... como si ya fuesen más cercanas, a pesar de que no Hazel nunca antes había cruzado palabra con Kate. Se cruzó de brazos, aún no apartaba la mirada que ponía en Darren.

—¿Qué? —inquirió Darren, malhumorado.

—Tú hermana es la única persona que te queda. A ella le preocupas, ¿y no tomas el maldito teléfono?

—¿Y eso a ti por qué te importa, Morton? —Gritó Darren, poniéndose de pie—. Lo que me esté pasando es mi vida. Mi puta vida. No debes meterte en lo que no te concierne. Si tú tienes tu manera de vivir, bien, quédate en tu mundo. Porque yo no necesitaba la ayuda de una estúpida como tú para...

La palma de Kate abofeteándolo, calló a Darren para que deje de seguir hablando. El padre de Kate siempre le había dicho: Si un hombre te insulta, no dudes en golpear. Porque hay algunos que no paran de insultar, así que mejor te previenes esos comentarios innecesarios y no te dejas menospreciar por tonterías falsas.

La señora Morton le decía a su esposo que no le recomiende eso. Pero Kate obedeció más a su padre esa vez, no por preferencia, sino porque él tenía razón. Completamente. Darren podía y quería seguir insultado por insultar, ¿por qué? Porque a él le daba la gana y así era él.

Darren tenía la cara hacia un lado, sus ojos se volvieron a ella.

Y ella al ver a Darren así, sintió miedo de que fuera golpeada del mismo modo, pero con más fuerza. Darren ya estaba cerca de decir algo, pero Kate se adelantó.

No con palabras, pero sí con nuevas bofetadas.

Él sacudía la cabeza bruscamente con cada golpe que Kate hacía. Ella intentaba parar, pero no podía, una parte sentía que debía hacerlo. Y esa parte era su mente, diciéndole que siga. Y ya no solo se trataba del insulto que Darren le dijo, sino que ahora era por alguien que él había arruinado.

¡Esto es por todo lo que hiciste pasar a James, bastardo!

Y en un segundo, ella pensó que para eso trajo a Darren a su habitación. Para darle su verdadero merecido.

En total fueron siete bofetadas. Darren se había agachado en la octava para evitar más golpes y lo que hizo después, fue tosco, pero nada doloroso. Se había agachado tanto como para tomar a Kate de la cintura, levantarla (ella soltó un gritito desesperado) y pasó a dejarla caer sobre la cama. Él también cayó con ella, quedaron casi pegados. Aquello parecía más que un movimiento de lucha libre y si Madison padre (fanático de la lucha libre desde más de dos décadas) hubiera estado allí viendo la maniobra de su hijo, diría algo así:

¿Vieron eso, señores? ¿Acaso sus ineptos hijos hacen algo así? No, claro que no, porque son un montón de maricas. Él no luego él señalaría a su hijo, sonriendo gloriosamente¡Ese es mi muchacho! ¡Bien hecho, Darren!

—¿Qué demonios te pasa, Morton? ¿Por qué me golpeas? —gritó Darren entre dientes, estando encima de Kate, mirándola con rabia.

—Lo siento... no... no quise hacerlo...—mentira—. No podía controlarme —verdad.

Ella lo empujó, Darren se separó y volvió a quedarse de pie. Morton se sentó al borde.

—Lo hice porque no esperaba que me dijeras estúpida—lo miró severamente, usando una voz autoritaria—. Yo no lo soy, ¿quedó claro?

—E-está bien...—respondió Darren, titubeando.

Eso era algo que no había visto antes en una chica, ni siquiera en Deysi Henderson. La tipa tenía agallas y unas manos pequeñas, pero que golpeaban con fuerza. Él en serio sintió los golpes. La mayoría de las que le daban a Darren accidentalmente al jugar baloncesto, eran casi indoloras, casi como el que James le dio, cuando él arrojó su Cuaderno de Pensamiento a las alcantarillas.

Pasados CorrompidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora