CAPITULO 28

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Y despertó. Ahora sí despertó de verdad, ya no se encontraba en un sueño doble. Se quedó quieto y dio una rápida barrida con la mirada a la habitación. Estaba en la oscuridad y la ventana que James tiene en frente no iluminaba lo suficiente con los faroles de la calle. Tenía la cabeza apoyada en la mesa y no en el teclado, como lo fue en el sueño. Tampoco estaba babeando.

Lentamente se incorporó en su silla para estar seguro de que había vuelto a la realidad y que Darren no aparezca en sus sueños como un completo lunático. La laptop estaba apagada y el cargador aún seguía en el mismo sitio. James lo tomó y volvió a conectarlo para cargar su laptop.

No tenía idea de qué hora era. Cuando se levantó, las piernas tenían más peso que antes y sus ojos estaban entrecerrados; se dirigió a su mesita de noche, donde se encontraba el móvil. Solo lo encendió para verificar la hora y la luz le ardió en los ojos. Bajó el brillo y miró de nuevo:

23:53

"¿Tanto tiempo he dormido?"

Él no podía creerlo. Jamás se dormía de ese modo, es como si en realidad, todas esas horas que se las pasaba leyendo hasta que el sol volviera a salir, las estuviera usando en ese instante.

Y a pesar de aquellas horas durmiendo, él aún seguía agotado. Los ojos de Lancaster parecían ser forzados para dejarlos abiertos. Con el móvil en la mano, caminó arrastrando sus pies hacia a la esquina en la que acostumbraba leer. Una esquina donde la luz parecía mejor y un muy sitio muy cómodo.

Apoyó la espalda entre ambas paredes y fue deslizándose paulatinamente hacia abajo, cayendo sentado. Él dejó su celular a unos centímetros de distancia. Luego levantó la mirada al cielorraso y así se quedó por largo rato.

Fue entonces cuando el pasado estaba regresando. Esos recuerdos cuando aún estaba en su anterior instituto.

¿Cómo no olvidarlo?

Cuando la escuela había finalizado y había que ingresar a un instituto, se sintió tan aliviado al darse cuenta que ninguno de sus compañeros de la escuela estaban allí. Eso fue una oportunidad para empezar con pie derecho. Conoció a pocas personas (casi la misma cifra de los que conoció en su escuela) y allí encontró a quien se convirtió en su siguiente mejor amigo: Anderson.

Un pequeño preadolescente de once años, regordete, de mejillas hinchadas y un cabello sencillamente ondulado. Pasaba todo el tiempo con él, ya sea para hacer tareas o jugar videojuegos. En su segundo año, se hizo amigo de Mark (un chico alto, de ojos oscuros y brazos casi igual de delgados que los de James) y al lado de él, siempre estaba su mejor amiga, una chica llamada Annie (de ojos vistosos ya que parecían entre color café y verde, de estatura baja y rostro de niña). Luego James le presentó a su amigo Anderson.

Y sintió que todo iba mejor, que todo aquello que lo perturbó en su infancia ya se había desvanecido. Pasaba con aquellos tres chicos mucho tiempo, se divertía, reía y sonreía como en verdad debían ser las cosas.

Hasta que llegó el momento de empezar su cuarto año...

Para ese tiempo, uno de sus amigos tuvo un cambio físico mayor que el resto. Se trataba de Anderson y es que él iba bajando de peso, las mejillas hinchadas, ya no eran las mismas como cuando James lo conoció, aunque su estómago aún estaba algo inflado y su estatura ya no era la misma.

Los buenos tiempos se iban convirtiendo lentamente en malos, como una mañana con el sol brillante, para que luego de un rato, la alegría del cielo se volviera gris gracias a la lluvia o niebla.

Pasados CorrompidosWhere stories live. Discover now