9. Maldita dulzura

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"Hablemos para no oírnos, bebamos para no vernos, hablando pasan los días que nos quedan para irnos..."

Vetusta Morla.



Ana

Reconocéis esa sensación cuando no sois conscientes de vuestro estado mental y no es posible diferenciar entre lo que es real y lo que no, cuanto el sueño te consume y tú, completamente ajena al entorno que te rodea, te dejas llevar por tus sueños hasta que de repente una sensación de caída te invade provocándote un brusco despertar y la realidad te golpea y te pilla ignorante. Así me sentía yo en aquel momento, sin respuestas, sin saber cómo como había llegado hasta ese momento, acaba de caerme desde lo alto de una pendiente y el impacto aún estaba por llegar.

El agua que había estado bebiendo en aquel momento se me coló en lugares donde no debería colarse, provocándome una súbita tos y atragantamiento, la poca agua que aún me quedaba en la boca acabé expulsándola en la cara de Mimi. Por si no había hecho suficiente ya. Esta solo cerró los ojos pero no se movió de su sitio.

-Madre mía mimi lo siento... -me levanté y tomé una de mis toallas pequeñas que tenía en mi bolsa, me acerqué a ella que seguía sin mover un solo musculo de lugar a pesar de haberle prácticamente escupido en la cara. Con miedo acerqué mi mano envuelta en la pequeña y fina toalla hacia su cara, ella solo me miraba, estaba como en estado de shock y mientras me atrevía a tocarla y limpiarla tragué saliva preparándome para lo que se venía.

-Alicia, me has engañado... -Seguía sin moverse, tenía su mirada ya cristalina fija en mis ojos y en su rostro el enfado había desaparecido para dar paso al desconsuelo y desencanto. Negué suavemente mientras mantenía mi mano más tiempo del necesario cerca de su cara.

-Es verdad que te oculte mi verdadera identidad Mimi, pero siendo honestas... ¿habrías querido ser mi amiga si hubiese sabido quien era yo? –Apenas se habían mojado mis ojos y ya una lagrima se escurría por mi mejilla. –Yo creo que no... -susurré mientras apartaba mi mano de su cara.

-Eso tu no lo sabes... dios, me siento una gilipollas, es que no me lo creo, me cuesta creer que seas la misma persona que Alicia.

Eso me dolió.

Mimi con anterioridad me había dicho lo mucho que le gustaba como persona, que pensaba que era interesante y divertida, justo el tipo de persona con el que ella se sentiría a gusto siempre, todo lo contrario a lo que era Ana.

-¿Qué pasa? No crees que yo, Ana, podría ser tan interesante y divertida como Alicia?, ¿es eso lo que siempre has pensado de mí?

-No me malinterpretes Alic... Ana, joder, vaya lio tengo ahora.

-No malinterpreto nada, es lo que acabas de sugerir, te cuesta creer que yo y Alicia seamos la misma persona, ¿Estas decepcionada?

Por un momento se quedó muda, estaba pensando en lo último que le había dicho detenidamente.

-Yo... Es simplemente una imagen que has dado siempre Ana, no es personal, no me puedes culpar por ello.

-No, es verdad que no puedo, pero también es verdad que es inevitable que yo me sienta mal.

Me levanté y me alejé de ella, fui hasta el lavabo y empecé a quitarme una a una las binchas que sujetaban mi larga y oscura melena, por el rabillo del ojo veía su reflejo en el espejo, tenia sus ojos clavados en un punto fijo en el suelo.

Lagrimas NegrasWhere stories live. Discover now