19. Muérdago

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  "Con más miedos que sueños pero aquí sigo; y no me pienso ir pronto." 



Mimi

No llegué a tiempo, fui todo lo rápido que pude, ni siquiera le pedí el coche a mi madre, una vez más, probablemente me haya saltado más de una señal de tráfico y a pesar de todo eso no llegué a tiempo. Para cuando las alcance ya había pasado más de una hora y ahora estaba en el rellano del piso aporreando la puerta como una loca. Cuando por fin me abrieron, apareció una señora mayor, debía tener unos 40 años por lo menos, tenía una cara de cabreo grande pero no más que la mía así que no dude en empujarla y ponerla contra la pared.

-¿Dónde coño están mi hermana y su amiga?

-¡Mimi! –Aitana apareció de la nada y yo por supuesto al verla en el estado que estaba, enseguida solté a la señora para abrazar a mi hermana.

-¿Aitana donde esta Ana? –

-Se está cambiando, creo que está bien, o al menos es lo que me han dicho pero Dios, me siento fatal, no sabe que te he llamado, ahora me odiara para siempre pero es que estaba muy asustada y... –No pudo terminar de decir lo que quería porque el llanto se le venía encima

Pocas veces en mi vida había visto tan agobiada y alterada a mi hermana, pero es normal, ella no estaba hecha para estos dramas, era muy sensible y no puedo evitar pensar, mientras la abrazo, en lo mal que lo debió haber pasado durante las últimas horas.

Escuchamos una puerta abrirse y ambas automáticamente nos separamos. Era Ana la que salía de la habitación, ya se había cambiado y su aspecto, aunque se notaba totalmente el derribo en el rojo de su mirada y lo hinchado de sus ojos, no pude evitar pensar en lo hermosa que estaba.

-Dios mío Ana... -me acerque a ella sin saber muy bien que hacer – ¿Estas bien?

Creo que no fue hasta que le pregunte como estaba que se dio cuenta de que habíamos personas esperando por ella, era como si de repente su burbuja se hubiese roto y entendía que yo estaba aquí, la sorpresa en su cara me lo dijo todo.

-Mimi ¿qué haces aquí? ¿Aitana?

-Lo siento mucho Ana te lo juro que pensé que te morías ahí dentro, perdóname

Por un momento pensé que se desataría una guerra entre Ana y Aitana pero nada más lejos de la realidad.

-Está bien, podemos irnos ¿por favor? No quiero estar aquí.

Tenía una actitud extraña porque a pesar de que estaba perfectamente consciente era como si no estuviera aquí, como si tuviera la mente en otro sitio, y quizás en aquel momento aquello era lo normal, una no aborta todos los días. Yo esto seguía sin creérmelo, necesitaba tantas explicaciones, ¿cómo Ana había acabado así? ¿Cómo pudo? Pero todo eso eran incógnitas que serían dejadas para luego, ahora lo que me importaba era mirar cada dos segundos por el espejo retrovisor y observar la mirada perdida de Ana que, abrazada a Aitana, no había vuelto a decir nada desde que salimos de aquel lugar ni tampoco la había visto llorar más, simplemente estaba como en su mundo. Estábamos yendo a casa, pero no a casa de Aitana, donde estaba todo el mundo loco con los preparativos, sino a la mía que ahora mismo estaba vacía. Ana no había dicho nada acerca de a donde quería ir pero si algo tenía claro era que no quería dejarla sola, y mucho menos en su casa.

Cuando por fin llegamos parece que Ana por fin tomo cuenta de donde estábamos.

-Yo, me iré a mi casa chicas.

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